miércoles, 28 de febrero de 2018

Locos por el psicoanálisis


Durante una huelga del carbón en Inglaterra, un psicoanalista que trabajaba en calidad de experto para el gobierno de la señora Thatcher fue enviado a la región para tratar de averiguar qué motivaba las protestas de los mineros. Este experto en mentes dio al gobierno la siguiente explicación: el minero trabaja con un pico, que es un símbolo fálico. ¿Y contra quién empleaba ese símbolo? Contra la tierra que es su madre. Y eso era, en opinión del experto en mentes, lo que desencadenaba en los mineros las pulsiones que les impedían trabajar. La psiquiatría es una geografía del desorden mental, pero un desorden que, por lo que muestra el ejemplo de los mineros, se da tanto en el paciente como en el médico. A los mineros quizá les conviniera la drástica solución de un psiquiatra iconoclasta que curó el complejo de Edipo de su paciente haciendo que éste yaciera con su madre. Así de sencillo.
Decía Mario Bunge que la psiquiatría era una contrarrevolución devastadora. Aplicada esta explicación al asunto de los mineros ingleses, no podía ser más certera. ¿Pero es todo negativo en el psicoanálisis? ¿Es el psicoanálisis, apenas, una lingüística aplicada, como sugirió Lacan? Karl. R. Popper se negaba (y otros muchos) a darle a estas teorías la categoría de ciencia, pues sus teorías no eran falseables ni podían hacer predicciones susceptibles de ser contrastadas. Y es que su base teórica, tanto en Freud como en Jung, sus dos pilares, no son los hechos empíricos, ni las matemáticas (¿se imaginan unas matemáticas que modelizasen la ablutomanía?), sino los mitos y la literatura. En la obra de Freud, como bien señala George Steiner, se le da categoría de prueba clínica a textos de Sófocles, Shakespeare, Rousseau, Ibsen, Balzac, Dostoievski, etc. Se basa, en suma, de una “auctoritas” literaria, no científica. Es por ello que el psicoanálisis puede afirmar que Caifás es una zarza, Pilatos una caña, y Alarico un volcán “de la garganta escarlata”. Puede que como dijera Adorno, la única verdad del psicoanálisis sean sus exageraciones.

Zaragoza, 28 de febrero de 2018

miércoles, 21 de febrero de 2018

La educación sexual


La educación sexual en los colegios sigue tan gazmoña como en nuestros tiempos. En mis tiempos nos hablaban de las abejas, el polen y la flor. En algunos colegios de monjas y curas, ni siquiera disfrutaban de esta gazmoña aproximación. Ese capítulo se saltaba. El sexo no existía. Y así nos pasó, que tuvimos que descubrir el sexo a través de amigos mayores que tampoco lo tenían muy claro y que te hacían dudar sobre si nos estaban instruyendo o desanimando. Cuando uno se entera de cómo se fabrican los niños, mira a sus padres de una forma diferente, como a unos viciosos. Y por las noches procura no escuchar, por si les da por fabricar un hermanito. Casi peor era el trauma de saber por dónde salían los niños al mundo. Alguno, escandalizado, exclamaba: ¿Quieres decirme que los mean? Yo, debo confesar, me enteré de la forma en que venían al mundo los bebés por una película que se titulaba Helga, que estrenaron en Bilbao y fue un éxito de taquilla sin precedentes. Más que película era un documental sobre el proceso de gestación y nacimiento de un niño, y en él vi por primera vez una vagina y mi primer parto. Y claro, quedé impactado. No sabía que venían así, por ese conducto, no podía imaginar que algo que creía sólo destinado al placer pudiera dilatarse hasta permitir salir un cuerpecito sanguinolento y pringoso. Lo dicho, fue un éxito de taquilla en el tardofranquismo. ¡La de explicaciones de clase que se ahorró la clericalla! Hoy, por los libros que veo de mi hijo, hay dibujos explícitos, pero aún observo cierta gazmoñería textual. Y los hijos siguen sin querer hablar de ello con los padres. Prefieren informarse a través de los amigos. Todavía les queda esa vergüenza que se hereda en la memoria genética de los que hemos estado tantos siglos sometidos al catolicismo. Ahora, además, tienen Internet. En una peli porno se aprende más sobre el sexo que en una charla con tu padre y tu madre. Hoy, época de ciencia y tecnología, bien pudieran los enseñantes utilizar para este fin la jerga científica que muestra la ilustración.

Zaragoza, 21 de febrero de 2018

miércoles, 14 de febrero de 2018

Medalla de oro en corrupción


¿Para cuándo una entrada en el libro Guinnes de los récords para el país con más chorizos por metro cuadrado? Nadie nos quitaría la primacía. Ni siquiera Italia, otrora primera en este singular deporte, podría competir contra nuestros excelentes y abundantes chorizos. A esta primacía ha contribuido la gran aportación a este deporte hecha por la clase política, que ha dejado pequeños a los anteriores practicantes: especuladores y banqueros. Es tal la desmesura de corrupción y latrocinio en este país, que la mafia y camorra italianas se han instalado en nuestras costas, donde ven más porvenir y se sienten “como entre hermanos”. Detrás de ellos han venido las mafias rusa, rumana, albanesa. Todos quieren aprender a robar a lo grande y saben que aquí, y más precisamente en la costa levantina, están los mejores profesionales. Además de darse las condiciones más idóneas para practicar este deporte: leyes con lagunas inmensas (lagunas donde navegan los yates de los poderosos), policías que miran hacia otro lado, concejales amigos de las regalías y el agasajo, jueces prevaricadores, catedráticos de derecho prestos a dejar sus clases para atender como se merece al narcotraficante o malversador. ¿Qué más se puede pedir? El clima. Eso también influye. Y restaurantes donde permiten fumar contraviniendo la normativa vigente, concesionarios de coches con potencia tres veces superior a la necesaria para sobrepasar el límite máximo de velocidad permitido, chalets en playas protegidas o construidos en paisajes que debían preservarse para especies en peligro de extinción, campos de golf en territorios donde hay escasez de agua, mega-burdeles donde saciar los apetitos libidinosos, mano de obra barata traída en pateras para abaratar los costes de construcción. Todo lo conquistan: montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores. En fin, lo tienen todo. Y también descaro. Y palmeros. Si no es un partido político conservador el que apoya la libertad de inversión en ciudades que duplicarían o triplicarían la población original, son los trabajadores de las mismas obras quienes van de manifestación en defensa de su empleador. Tienen hasta un santo patrón, un mártir y guía en su benéfico quehacer: San Jesús Gil y Gil. Por no hablar de la cobertura mediática. Todos los chorizos pueden expresarse libremente y en horas de máxima audiencia gracias a los desvelos de los principales medios de comunicación, que son suyos. Qué país, dios mío. ¡Vivan las cadenas… de televisión!

Zaragoza, 14 de febrero de 2018

miércoles, 7 de febrero de 2018

Vivir de la literatura


¿Da dinero la literatura? Obviamente a las editoriales sí. Cada vez hay más y cada vez se clasifican más los libros publicados en función del número de ediciones, vulgo rentabilidad. Hoy los géneros más rentables son los libros de autoayuda, verdadera alquimia que transforma la basura en oro, el libro histórico (sobre todo si aparecen números misteriosos, sábanas santas y claves secretas), el de aventuras fantásticas y el folletinesco. Los libros de espionaje y policiaco también dan dinero, pero el autor ha de llevar apellido anglosajón o sueco. En el extremo opuesto están los géneros que no dan dinero, como la poesía o el libro de teatro, que viven de subvenciones. Poco dan también los libros de literatura pura, o literatura con mayúsculas, libros que pretenden seguir la tradición de Kafka, Joyce o Flaubert, o esos otros libros para los enamorados de la minucia gramatical, incluso esos libros que diminutizan los gerundios. De vez en cuando uno de estos libros consigue destacarse, pero no suele sacar de pobre al autor. El autor de literatura “seria” (y sobre la propiedad de esta denominación hay muchas opiniones, obviamente), para distinguirla de la que va enfocada exclusivamente a vender (ojo que no quito mérito a estos libros, escritos en su mayoría con oficio, y que seducen a los lectores, fin loable en sí mismo, pero…), debe combinar su labor literaria con oficios mejor remunerados: periodismo, libros de encargo, guiones de cine, venta de seguros, etc. Las columnas de los semanarios y dominicales son un buen ejemplo de ingreso extra, aunque también suelen estar monopolizadas por los escritores de éxito. No obstante los reparos, hay que reconocer que nunca como en nuestra época ha podido conseguir el escritor un nivel de remuneración tan alto. Nunca se ha publicado tanto, pese a los agoreros de Internet. Nunca se había leído tanto. No se trata de llorar, como esos que dividen la literatura en dos, la mala que es ilegible (se lee mucho) y la buena, que no se lee. No, ya no son tiempos en los que se podía decir: “Si la literatura puede enriquecer a uno, es únicamente a condición de que uno abandone la literatura”. La literatura, sea comercial o no, tiene hoy muchas más salidas que antaño. Y el que acuda a ella sólo por dinero, sabe qué asuntos debe tratar y cómo. Sus ejemplos están ahí, todos los conocen, todos los compran. Pero si no es eso lo que buscamos, puede que la literatura no nos dé para vivir, pero nos hará vivir. Aclaro, por último, que cansado de que ninguna editorial quiera publicar mis libros, he decidido escribir para la posteridad. “Quedan advertidos”.

Zaragoza, 7 de enero de 2018