Vendarse los ojos con
ideologías
El hombre, para gobernar, se venda los
ojos con ideologías.
(Nicolás Gómez Dávila)
El concepto de ideología fue
acuñado por primera vez alrededor de 1800. El vocablo designó primero el
estudio de la formación de las ideas, en su sentido de representaciones
mentales y, luego, la corriente filosófica que se consagró a estudiar la
materia. Fueron Marx y Engels quienes cincuenta años más tarde imprimieron al
concepto de ideología el sentido que en lo esencial posee todavía hoy.
Pero, ¿qué es una ideología?
Según Jean-François Revel, la ideología es una triple dispensa: dispensa intelectual,
dispensa práctica y dispensa moral. La primera consiste en retener sólo los
hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso en inventarlos
totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean
conocidos. La dispensa práctica suprime el criterio de la eficacia, quita todo
valor de refutación a los fracasos. Una de las funciones de la ideología es,
además, y según este pensador conservador francés, fabricar explicaciones que
los excusan.
Para
Peter Sloterdijk, la ideología oficial de la cultura superior, en todas sus
variedades, quiere hacernos creer que la auténtica historia, aquella de la que
merece la pena ocuparse, no tiene más que cuatro o cinco mil años. Así, la
ideología se inclina a sus ocultos maestros: los genes.
El poderío de la ideología, siguiendo de nuevo a Jean-François Revel, encuentra su mantillo en
la falta de curiosidad humana por los hechos. Cuando nos llega una información
nueva, reaccionamos ante ella empezando por preguntarnos si va a reforzar o a
debilitar nuestro sistema habitual de pensamiento. Si refuerza nuestras opiniones,
o prejuicios, la aceptamos gustosos sin más reflexión. Si se opone a nuestra
opinión, la rechazamos o la ignoramos. Por esos los líderes políticos no hablan
para convencer, no hablan a la otra parte, hablan a los suyos, hablan para
reforzar sus creencias.
Sabemos
que el hombre siempre ha estado dispuesto no solo a matar sino a morir por
buenas, malas o completamente fútiles causas. Y una de ellas es la ideología de
cualquier signo. Una enfermedad que prende siempre en los más jóvenes. Los
mayores, los ancianos están vacunados… casi siempre. Como bien dijera el
colombiano Nicolás Gómez Dávila: “Las ideologías se inventaron para que pueda
opinar el que no piensa”. Más contundente se mostraba Rafael Sánchez Ferlosio:
“Sin ideología, ninguna guerra”.
Terminemos
esta digresión con lo que dijera un sabio: “Un tonto de pie ve más lejos que un
intelectual sentado”. Y no olvidemos que los intelectuales son, en general, los
diseñadores de ideologías y, en particular, sus más ardientes propagadores.
Zaragoza,
29.04.19