También
es significativo que ese mundo del más allá con el que nos comunican los
ocultistas no pueda comunicarnos nada que no pueda concebir la razón humana.
Esperamos, y recibimos, mensajes de significación ordinaria para habitantes de un
mundo tridimensional. Pero piénsese qué cosas podría comunicar quien viviese en
ese más allá. Probablemente cosas que no entenderíamos. No podemos entender
mensajes que vayan más allá de nuestra razón. Alguien dijo que si los muertos
pudieran hablar, no los entenderíamos. Con los residentes del más allá
ocurriría lo mismo. Sin embargo, sólo nos comunican ordinarieces y menudencias
cotidianas. ¡Qué desaprovechado más allá! Y es que en el contenido burdamente
natural del mensaje sobrenatural se revela su falsedad. Suministran una
cosmovisión de la idiotez. Aldous Huxley lo expresó de esta poética forma: “El
alma se eleva a las alturas, ¡qué lindo, / el cuerpo, el cuerpo se queda en el
sofá”.
Cuanto
más grande la patraña tanto más cautelosa debe ser la organización del ensayo. La
presunción del control científico es llevada al absurdo. El mismo aparato racionalista
y empírico que acabó con los espíritus es ajustado para imponérselo a los que
no confían ya en la propia ratio. Así, justifican cualquier posibilidad
comunicacional con el más allá amparándose en la extrañeza de la física
cuántica o en teorías del caos o en la teoría de los mundos múltiples. Pero
como los espíritus no gustan de controles, hay que dejarles una puertita franca
para que puedan hacer su aparición sin ninguna molestia. Así, en forma directa
la cosa va de los astros al negocio. Para mí, sin embargo, el verdadero
ocultista es el que oculta que es ocultista.
Para finalizar un microrrelato de mi
cosecha:
La
adivina
Un hombre entra en
una caseta a que le adivinen el porvenir. La pitonisa, desplegando las cartas,
le dice que hoy le robarán 50 Euros. Pronunciado el vaticinio la adivina se
sume en el silencio. El hombre, tras esperar en vano más información, se
levanta y le dice que cuanto le debe: 50 Euros, responde ella.
Zaragoza, 17
de junio 2019