Críticas eliterarias
La metamorfosis de Kafka
(Análisis
estructurral y semi‑ótico)
En
la lucha entre tú y el mundo, ponte de parte del mundo.
(Kafka)
No
hemos elegido este libro por casualidad, como el tema de esta breve obra
tampoco fue elegido por su autor porque sí. Hemos escogido esta obra debido a
las cargas de profundidad que posee, bombas psicológicas que explotan en la
conciencia del lector causando catástrofes neuronales que a veces pueden
resultar irreversibles. En primer lugar analizaremos los motivos que tuvo el
autor para escoger un asunto tan escabroso. Es conocido (al menos por mí) que
cierta vez su padre, sentados a la mesa, le llamó “insecto” (por lo visto Kafka
había derramado sopa sobre el mantel), y que Kafka, recogiendo la sopa derramada
con la servilleta, se calló y lucubró una venganza a la altura de su enferma
imaginación. Después de aguantar los chillidos de su madre por haber recogido
la sopa con la servilleta, Kafka se retiró a su habitación, tomó un papel en
blanco y escribió: “Odio la sopa. Y mi pulso cada vez es peor. Debo comprarme
calcetines”. Esta anotación es indispensable para conocer la verdadera razón de
por qué Kafka escribió La metamorfosis cinco años más
tarde. Ese pulso débil y tembloroso, esa obsesión con los calcetines, son la
clave de la elección de insecto. ¿Por qué afirmamos esto? Porque el escarabajo
–sí, amigo lector, es un escarabajo y no una cucaracha en lo que se convierte
Gregor Samsa, un escarabajo de forma abovedada. Esto es al menos lo que nos
asegura Vladimir Nabokov en su obra La estupidez en la literatura... de los
demás, Butterfly Press, New York, y Nabokov era un experto en insectos
y es posible que en literatura también‑, repetimos, porque el escarabajo es un
animal pausado y al que no le tiembla el pulso, y también es negro, como los
calcetines de los empleados de comercio. ¿Habéis visto algún escarabajo de
forma abovedada a quien le tiemble el pulso? ¿Habéis observado a algún empleado
de comercio con calcetines verdes? No. Kafka podría haber escogido para
protagonizar su libro a la hormiga, insecto con más glamour entre los entomólogos y que probablemente hubiera
incrementado las ventas finales de la obra. Pero no: escogió el escarabajo, un
escarabajo de forma abovedada, un insecto de pulso firme, un insecto que incita
al pisotón (sí, ya sé que la cucaracha incita más al pisotón, pero Nabokov es
Nabokov) y que no se inmuta cuando se derrama la sopa a su alrededor. El
escarabajo, negro como el carbón y los calcetines de los empleados de comercio,
recuérdale a Kafka también las veces que recibió carbón por el día de Reyes,
hábito que poseía su progenitor para ahorrarse el dinero de los juguetes y
porque le gustaba hacer chinchar a su hijo, de quien opinaba que era "un
raro de cojones". Pues bien, como reacción a ese rechazo paterno Kafka
elaboró novelísticamente la transformación de un hipotético alter ego en un escarabajo, un
escarabajo de forma abovedada y de pulso firme. Es de resaltar los intentos del
padre durante la novela por entrar en el cuarto de su hijo y descubrir qué
cochinadas estaba haciendo, y las no menos inoportunas interrupciones de su
madre, quien quería limpiar la habitación, y lo difícil que se le hizo al autor
impedir estas intromisiones de sus progenitores que amenazan con abortar su
metamorfosis. También es significativo el comentario de su padre al enterarse
de la transformación: llamó a su hijo transformista, y le escupió sobre los
negros élitros. Sin embargo su madre, más comprensiva, después de limpiar y
desinfectar la habitación, le aconsejó que se comprara ropa interior de color
oscuro. Ambas actitudes simbolizan la deshumanización familiar que florecía en
su época, deshumanización que Kafka no percibió, pues no era ducho familias ni
en florecimientos.
El
resultado de derramar la sopa y el insulto del padre da como resultado un
proceso metamórfico que, para algunos eruditos, preconiza el moderno ciclo
social del proletariado. (Véase el tomo IV, pag. 877 de la obra de Karlheinz
Rundemund Kurze Forschung über Die
Kafka’s Metamorphosis und seine Einfluss in the Entwicklung des Proletariats).
Kafka es también, merced a la obra que estamos analizando, un precursor del
“morphing” cibernético y un adelantado del transformismo que invade hoy los
garitos de Benidorm y otros Sodomas costeros. Para concluir, traigamos a
colación las palabras de Kafka en su lecho de muerte: “Nadie, ni siquiera yo,
hubiera podido recrear el sufrimiento que supondría la transformación de una
cucaracha en hombre”.
Lambert
O'Really
Crítico de su Majestad
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