Críticas eliterarias
Archipiélago Gulash
de
Alexandr
SolzeNietzsche
Terrible documento de la realidad
sociogastronómica húngara bajo la órbita dictatorial de la URSS. El escritor
Alexandr SolzeNietzsche, más pacá del bien y del mal yantar, describe su terrible
peregrinaje por los más lóbregos centros restauradores del país de los manjares
magiares. Castigado por disidente (atreviose a dudar del carácter curativo del
Rusario de la Aurora) a visitar todos los comederos de Hungría y hacer un
informe de sus especialidades culinarias, Alexandr SolzeNietzsche recorrió el
país armado tan solo con un par de cubiertos, una servilleta y doce permisos
oficiales para coger tranvías, hospedarse, usar retretes públicos, acceso a
lavativas gratuitas en centros de la Seguridad Social Proletaria, etc. Ni una
simple guía Michelinka, de esas con estrellas rojas. A los cuatro meses de
peregrinaje gastronómico Alexandr SolzeNietzsche descubrió dos cosas: que su
estómago no era tan resistente como creía y que su subconsciente (catalogado de
subversivo) odiaba el gulash. En todos los locales donde acude a probar la
comida le obsequiaban con el mismo manjar: gulash. Y todos los gulash le sabían
igual. La ventaja de la monotonía culinaria era que sus informes podía
realizarlos simplemente fotocopiando el anterior, necesitando tan sólo cambiar
el nombre del local y la población. Como entre digestión y digestión le quedaba
mucho tiempo libre, SolzeNietzsche le dio al magín y llegó a la conclusión de
que para aguantar la aberración gastronómica del Hungría, hundida en una
desmotivadora uniformidad culinario‑comunista, se necesitaba ser un superhombre
con superestómago. Compuso en su peregrinar un libro que tituló Archipiélago
Gulash, y subtituló Así comió
Zaratustra, libro que, con buen criterio, no se atrevió a enviar a
ningún editor oficial, pues no quería pasarse el resto de su vida olisqueando
figones. Pero con el mismo buen criterio envió el manuscrito a Suiza, a la
editorial Geld für Uns, donde lo publicaron bajo nombre supuesto, su puesto, por supuesto, resguardado por ese
oportuno anonimato.
Impresionante testimonio
de este super húngaro condenado a vagar por el Archipiélago Gulash durante casi
diez años. Vegetariano impenitente desde entonces, Solzenietzsche prepara en su
exilio suizo (los dineros de su obra le permitieron costearse un viaje de ida a
occidente) una obra sobre su reciente periplo gastronómico por restaurantes
franceses y a la que pretende titular País
Croissant.
El prólogo de esta
edición de Archipiélago Gulash,
a cargo y abono de Karlos Arguiñato, pone un tono de optimismo y colorido
culinario a la triste y monótona obra de SolzeNietzsche. Editado por
Alfalfaguara, se recomienda tener bicarbonato a mano durante la lectura de esta
obra. Libro no recomendable para aquejados de hernia de hiato.
Lambert O’Really
Crítico de su Majestad