domingo, 30 de agosto de 2020

Críticas eliterarias: Un yonqui en la cohorte del rey Arturo

 Críticas eliterarias: 

Un yonqui en la cohorte del rey Arturo

(Análisis lisergicoloquial)


Novela de ficción del joven narrador mellizo Mark Twin que cuenta el hipotético viaje de un yonqui del siglo XX a la medieval Camelot, ciudad amurallada y adelantada del medievo, donde la movida se reunía en la taberna La Tabla Redonda. Allí acudían Lancelot (por cierto, que se ponía ciego de Ginebra) y Sir Gauntlet, e incluso el renombrado Rey Arturo aparecía de vez en cuando por allí. Por medio de una sobredosis de lisérgico, un yonqui neoyorquino rompe la barrera del tiempo cae en un agujero de gusano que le traslada a la antigua Camelot. Aterriza el enganchao sobre un establo, entre caballos, y lamenta el pobre, con mono, que los jacos no fueran otro tipo. Hecho una piltrafa, desaliñado y sucio, sale a las calles de Camelot donde su aspecto, harapiento, no destaca del resto de ciudadanos que pululan por las enfangadas calles. Con temblores de abstinencia se dirige el neo yonquino a un labriego, un campesino de jubón ibérico, y le pide un pico, y el pardal le da una azada. El yonqui sigue su camino hasta que llega a la taberna La Tabla Redonda. Allí pide una Fanta y sírvenle un brebaje de lúpulo inmundo, como a todos. Curioso, Lancelot, apestando a Ginebra, se le arrima y le pregunta de dónde viene. Habla el zagal de Nueva York y los curiosos le responden que no sabían que la vieja York hubiera sido destruida. Preguntado por sus habilidades, el chico entiende debilidades y cuéntales su dependencia del caballo. Tomado por un gran jinete, y ayudado por la embriaguez de los presentes, es nombrado allí mismo caballero y miembro de la cohorte del Rey Arturo, a quien le presentan luego en el castillo. El Rey Arturo, durante la entrevista. no dejaba de mirar con recelo a su bella Ginebra, siempre con el moscardón de Lancelot revoloteando a su alrededor. Cáele en gracia el recién llegado a Arturo y le agasaja. Enterado el rey que en su patria lejana le llamaban yonqui, ordena que le compongan un himno en su honor, compuesto con gaitas y ocarina, himno que con el tiempo pasó a denominarse “Yonqui Doodle”. Así vive regalado un tiempo el trasportado por el idem. Un buen día, el pobre yonqui, mientras paseaba por el extrarradio de Camelot buscando paja reseca o cualquier sustancia fumable o inyectable, vio que una dama estaba a punto de ser violada por Sir Gauntlet, mano derecha de Sir Lancelot y guante izquierdo de metal. El drogota, inocente, le amenaza con decírselo a Arturo. Sir Gauntlet interrumpe su diversión pero le desafía lanzándole el guante izquierdo, que le pega al joven en la ceja, partiéndosela. Impedir, impide la violación, pero gana puntos, doce puntos que han de darle en la ceja en la Cruz Bermeja de Camelot. A partir de ese incidente el yonqui cae en desgracia y pasa a ser despreciado por la movida, que le tacha de yonquijote y comienzan a decirle: “Yonqui go home”, cosa que el pobre enganchao logra al final de la novela merced a un tipo llamado Merlin Leroy, quien tenía una tienda de utensilios de labranza, tienda que era tapadera de un lucrativo negocio de pociones y ungüentos que te hacían viajar. Comedia que su autor, John Stoned, reconoce haber recibido de unos extraterrestres que le abdujeron mientras viajaba a lomos de jaco blanco. Divertida y aleccionadora, la novela se vende con una china de hachís afgano (auténtico).  

Lambert O’Really

Crítico de su majestad


domingo, 16 de agosto de 2020

Críticas eliterarias: El rojo y el negro

Críticas eliterarias

 

El rojo y el negro

de

Sten Dahl

 

Ambientada en la época de la caza de brujas emprendida por el senador McArthy (¿o era Mac Arthur?), la novela narra la amistad entre un idealista negro y un escritor rojo de ascendencia francesa, afincado en Hollywood y quien prefiere afrontar la pena de cárcel antes de denunciar a un amigo negro. Los acusadores McArterroristas (¿o eran MacArthuristas?) interrogan al guionista rojo con preguntas que enceguecen como flexos de 100 watios, pretendiendo a toda costa que el escritor rojo implique a su amigo Denzel Boston, el negro, inmerso en ese momento en una campaña política que tenía por eslogan “Siente a un negro a su mesa blanca” (“Seat a bloody nigger y your bloody white table”), un movimiento tendente a derribar las barreras raciales en base a la bondad culinaria de los ciudadanos pudientes. El rojo aguanta el interrogatorio y el negro prosigue con su campaña para que lo inviten a comer. Ha calculado que, aun siendo la receptividad de los blancos un mero 1%, tiene asegurado el condumio para todos los días de su vida, eso sin contar con las sobras que puede arramblar de sus invitaciones y que siempre puede vender en el mercado “negro”. Así, sin ser consciente del mal trago que su amigo rojo está pasando a manos de funcionarios fundamentalistas, el negro se aplica al blanco propuesto. Verde de ira, el rojo debe relatar por enésima vez a los grises interrogadores su cromática visión política. Mientras, el negro, morado de los convites, palidece al enterarse del marrón que le ha caído a su amigo rojo. Ducho en gramática parda, el negro visita al rojo, a quien le pinta un futuro dorado si resiste. Mas para evitar la reja, el rojo raja y el negro se ve privado de convites y con bates es apaleado y mandado a prisión, donde se ve enfrentado a los grises interrogadores, quienes aseguran que no le acusan por motivos racistas, pues para ellos es igual un blanco que un hijoputa de negro.

Novela algo daltónica que desentraña las amarillas tendencias de los sindicatos de la verde burocracia norteamericana. Un nuevo éxito del autor de La cartuja la palma.

 

Lambert O’Really

Crítico de su Majestad