¿Han
comprobado el cambio de personalidad que conlleva el llevar uniforme? ¿No han
notado el empaque orgulloso y los ademanes soberbios de esos uniformados
porteros de hoteles o fincas urbanas? En mi juventud, los porteros de muchas
casas llevaban uniforme. Eran casas de ricos, claro. La mayoría eran uniformes
grises (como sus conciencias) y para entrar en el portal poco menos que tenías
que rendirle pleitesía. Inquisidor, mal encarado, con ínfulas de carcelero, embutido
en su pompa monocroma te machacaba a preguntas para averiguar a quién ibas a
ver y para qué, y si te dejaba pasar te seguía con la mirada, una mirada que
sentías que te atravesaba la espalda. Lo mismo sucedía con los serenos (yo no
llegué a conocerlos) o los guardas de los parques, tan pintorescos, pero con
carabina, que sí conocí en mi infancia. Si incluimos a la sotana dentro de los
uniformes, tenemos el cuadro completo. Esos mismos personajes, en camiseta de
tirantes y calzoncillos, serían seres normales, prójimos queribles. En uniforme
se creen semidioses, criaturas arrogantes, animales soberbios, capaces, como el
general Nivelle en la II Guerra Mundial, de enviar a la muerte a 40.000
soldados para no admitir lo absurdo de una decisión precipitada de ataque. Aún
creyó merecer medallas por su arrojo. Eso sólo lo puede hacer un hombre en
uniforme. Ah, qué promiscuidad esas largas casacas, con botones de damasco y
difumino de humedad en los pliegues. Incita a infundir respeto con pleonasmos
enfáticos. Un hombre en camisa, tirantes y pantalones de pana es incapaz de
enviar a miles de personas hacia la muerte. El uniforme, en este caso militar,
también tiene la virtud de reducir el cerebro. Así, Eduardo Galeano nos regala
estas frases emitidas por altos militares suramericanos: “¡Estamos ganando la
tercera guerra mundial!”, “¡Hemos dado un giro de 360 grados a la historia
nacional!”, “El Espíritu Santo conduce nuestros servicios de inteligencia”. Al
final tengo que darle la razón a Abbie Hoffman: “Todos los uniformes son
enemigos”.
Zaragoza,
20 de septiembre de 2016
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