miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿Hay sexo después de la muerte?

¿Hay sexo después de la muerte? ¿Hay sexo entre los muertos vivientes? Si acudes a un burdel del hades, pagas tú óbolo y te adjudican una mujer que te regala el rictus facial de la mujer de la foto adjunta, ¿qué haces? ¿Pasas directamente a la sección de travestís? ¿Te haces casto a perpetuidad? Y es que en el sexo, salvo el que posea alguna desviación (legítima, por supuesto, muy legítima) la apariencia apacible y serena es esencial. No se puede hacer el amor a un ser enfurecido, ni apático, ni repelente (bueno, un poco repelente…). Las glándulas motoras del apetito sexual necesitan la motivación de la serenidad, el cariño o una complaciente pseudo-pasividad. Por lo menos esto funciona con los caballeros. Con las señoras es otra cosa. ¿No decía un dicho (perdón por la redundancia) que “el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso”? Y el doctor Marañón, nuestro Freud de andar por casa, aseguraba que el varón-varón (nótese el énfasis en la repetición) poseía la siguiente apariencia: talla reducida (se supone que de altura), piernas cortas, rasgos fisiognómicos intensamente acusados, piel dura y provista de barba y vello. Vamos, la pareja perfecta de la mujer de la foto. Pareciera que Marañón definía a un sátiro, a un fauno peludo, pero no, quería definirnos a los españoles. De todas formas yo no he visto que los tipos que responden a la definición de Marañón (haberlos hay, si bien escasean cada vez más) liguen mucho o se lleven tías buenas al catre. Ellas los prefieren rubios, altos y depilados, vamos, lo contrario al retrato del doctor Marañón. ¿Significa eso que nuestra raza está en declive? Ay si Marañón levantara la cabeza y viera a los varones de hoy, tan acicalados, tan metrosexuales. ¿Qué haría? Meneársela.


Zaragoza, 28 de diciembre de 2016

miércoles, 21 de diciembre de 2016

El budismo, esa tolerancia religiosa

De las religiones, el budismo es la más cómoda. El budismo y sus subproductos son las únicas religiones no proselitistas. Su credo viene a ser sencillo y sus ceremonias fáciles de seguir. Es una religión que tiene lo que deberían tener todas las religiones: amor, poesía y duda. Sus practicantes son cual junco abatido favorable al céfiro, capaces de interrumpir la meditación si cruza el aire quieto una bandada de mariposas en zig-zag. A mil años luz celestiales de esas sectas que obligan a santiguarse, levantarse, arrodillarse, confesarse, inclinarse hasta dar con la cabeza en el suelo, a cantar, a darse la mano, a darse cabezazos contra un muro o fajarse un chaleco con explosivos. Al budista le basta una túnica azafrán y una escudilla. Ah, y un buen corte de pelo, preferentemente al rape. Kafka se quejaba de que en su sociedad sólo se rezaba a un único grupo de divinidades: los dientes apretados. Las religiones orientales como el budismo o el taoísmo se parecen más a lo que Alan Watts denominaba una verdadera religión: la transformación de la ansiedad en risa. Lo contrario de las tres religiones monoteístas de nuestro entorno, llenas de tristeza, crispación, odio y beligerancia. ¿Cómo se puede seguir a una religión cuyo dios es capaz de crear un lugar como el infierno, una religión que afirma y sostiene en su doctrina que si un niño de diez años dice una mentira y luego muere, su dios le hará arder en el infierno para siempre? ¿O esa religión cuyo dios, en un ataque de ira, mandó matar a todos los primogénitos de Egipto? No hace falta recalcar lo que el extremismo islamista provoca hoy en el mundo. Se requiere una pasta especial para sustentar y compartir religiones de ese tipo. La Reforma protestante, se sabe, se debió al estreñimiento crónico de un monje alemán. Un monje que dejó escrito: “Cuando se escucha el nombre de nuestro Señor Jesucristo, todos los infieles e impíos del cielo y la tierra deben atemorizarse”. Y ya lo creo que nos entra miedo. Un cisma por falta de un jodido laxante que le aliviara el vientre. Pero no por tener miedo nos callamos.  Yo abogo por una doctrina donde no pudieran crearse sectas o herejías: por ejemplo, la geometría. La geometría no euclidiana, se entiende.


Zaragoza, 21 de diciembre de 2016