miércoles, 21 de diciembre de 2016

El budismo, esa tolerancia religiosa

De las religiones, el budismo es la más cómoda. El budismo y sus subproductos son las únicas religiones no proselitistas. Su credo viene a ser sencillo y sus ceremonias fáciles de seguir. Es una religión que tiene lo que deberían tener todas las religiones: amor, poesía y duda. Sus practicantes son cual junco abatido favorable al céfiro, capaces de interrumpir la meditación si cruza el aire quieto una bandada de mariposas en zig-zag. A mil años luz celestiales de esas sectas que obligan a santiguarse, levantarse, arrodillarse, confesarse, inclinarse hasta dar con la cabeza en el suelo, a cantar, a darse la mano, a darse cabezazos contra un muro o fajarse un chaleco con explosivos. Al budista le basta una túnica azafrán y una escudilla. Ah, y un buen corte de pelo, preferentemente al rape. Kafka se quejaba de que en su sociedad sólo se rezaba a un único grupo de divinidades: los dientes apretados. Las religiones orientales como el budismo o el taoísmo se parecen más a lo que Alan Watts denominaba una verdadera religión: la transformación de la ansiedad en risa. Lo contrario de las tres religiones monoteístas de nuestro entorno, llenas de tristeza, crispación, odio y beligerancia. ¿Cómo se puede seguir a una religión cuyo dios es capaz de crear un lugar como el infierno, una religión que afirma y sostiene en su doctrina que si un niño de diez años dice una mentira y luego muere, su dios le hará arder en el infierno para siempre? ¿O esa religión cuyo dios, en un ataque de ira, mandó matar a todos los primogénitos de Egipto? No hace falta recalcar lo que el extremismo islamista provoca hoy en el mundo. Se requiere una pasta especial para sustentar y compartir religiones de ese tipo. La Reforma protestante, se sabe, se debió al estreñimiento crónico de un monje alemán. Un monje que dejó escrito: “Cuando se escucha el nombre de nuestro Señor Jesucristo, todos los infieles e impíos del cielo y la tierra deben atemorizarse”. Y ya lo creo que nos entra miedo. Un cisma por falta de un jodido laxante que le aliviara el vientre. Pero no por tener miedo nos callamos.  Yo abogo por una doctrina donde no pudieran crearse sectas o herejías: por ejemplo, la geometría. La geometría no euclidiana, se entiende.


Zaragoza, 21 de diciembre de 2016

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