miércoles, 25 de enero de 2017

Los límites de la libertad

A menudo, demasiado a menudo, entre los hombres y la libertad se halla un uniforme. Incluso en las sociedades denominadas libres, la presencia de uniformes nos impide a veces aprovechar la libertad hasta su límite, si es que la libertad, como la belleza o la bondad, puede tener límites. Si nada puede ser demostrado demasiado bello o demasiado bueno, ¿puede algo ser demasiado libre? La única limitación para ejercer la libertad debe ser para los enemigos de la libertad. Es una paradoja, pero explicativa y necesaria. Es otra manera de “ser intolerantes” con los intolerantes, que dijera Karl R. Popper. Y de eso saben mucho en el norte de esta España nuestra, o suya, o de quien sea. Pero la libertad no es una filosofía, ni una teoría, es una posibilidad, una posibilidad que se renueva cada vez que alguien se enfrenta al poder, cada vez que se denuncia una injusticia, cada vez que damos nuestro apoyo a los débiles y oprimidos. Decía Azaña que quizá la libertad no haga felices a los hombres, pero al menos, los hará hombres. Porque no queremos la libertad de la resignación, esa que cantaban/alababan los estoicos, una libertad en la imperturbabilidad, en la pobreza, en el hambre. Queremos una libertad que se ejerza, pero una libertad que no ejerza. Algo tenue, sutil, que apenas se note, pero que permita al ciudadano respirar mejor, pensar mejor, ser mejor. Una libertad que tiene precio, como bien sabía Jefferson, y ese precio es la continua vigilancia. Pero este precio, como acertadamente advirtiera S. J. Lec (que no era jesuita a pesar de las iniciales), disminuye cuando crece la demanda. Cuanto más seamos sus partidarios, menor será el precio a pagar. Nuestra libertad, además, ha de ser una espontaneidad ligada a la inteligencia, no la libertad del que está dispuesto a morir de hambre, no la libertad del pájaro sino la libertad de la flor. Y recordad que aquel que es libre no lleva armas.


Zaragoza, 25 de enero de 2016

miércoles, 18 de enero de 2017

Periodismo sospechoso

¿Ustedes se han preguntado alguna vez cómo es posible que todos los periódicos recojan  exactamente cuarenta (o cincuenta, da igual) páginas de noticias? ¿Por qué no más o menos? ¿Por qué no un día 53 páginas y al siguiente sólo ocho, pues no da de sí la información? Siempre el mismo número de páginas, suceda lo que suceda en el mundo. Muy sospechoso. Como si conocieran de antemano lo que hubiera de acontecer, como si un demiurgo controlador fuera dejando sucesos, catástrofes y efemérides hasta llegar a cuarenta páginas justas y luego cerrar el grifo del hado hasta el siguiente día. Si ya nos era sospechoso el sesgo de muchas noticias, ahora surge esta sospecha de tongo. Y es que el periodismo no puede evitar vivir bajo la sombra de la sospecha. Otra sospecha es la variedad. Las noticias responden a un criterio de vejez rápida y cambio constante. Se necesitan noticias nuevas todos los días. Esta característica también torna al periodismo sospechoso. ¿Por qué dejar atrás noticias que aún podrían funcionar como tales? Antiguamente era otra cosa. El difunto barón Eckestein publicó diariamente durante veinte años en el Allgemeine Zeitung el mismo artículo contra los jesuitas. Hoy, salvo ciertos “trompetas del apocalipsis”, que diariamente repiten la misma diatriba antiprogresista y pro guerra civil, las noticias mueren casi al día siguiente al que han sido publicadas. Nacidas para morir. Lo contrario de las noticias que emiten los “trompetas”: nacidas para matar. Para navegar entre las páginas de los modernos periódicos se necesita la mirada intrépida de un Edipo y los oídos tapados de un Ulises. También es cierto que muchas veces el periodista insiste en decir algo que sabe que no es verdad, convencido de que al repetirlo muchas veces se convierte en verdad, pero debe disfrazar esta añagaza con el ropaje de la novedad: un nuevo dato, una nueva pista. Como la teoría de la conspiración en relación con el 11M. Ante este juego poco limpio de los periodistas conviene usar la receta de Torres Villarroel: “De las noticias, unas dudo, pocas creo, y en las más nos engañan”.


Zaragoza, 18 de enero de 2017