En
los días navideños se oye hablar demasiado de la familia, la familia se reúne,
la familia se da regalos, la familia contempla unida la estupidez televisiva
que infecta las cadenas por estas fechas, juntas comen las uvas y prometen
cambios en sus vidas. Menos mal que las fiestas se terminan y uno puede ya
olvidarse de la familia, de las promesas, de la buena voluntad para con el
prójimo y volver a ser el egoísta de siempre. ¡Qué felicidad! Decía Santayana
que la familia es una de las obras de arte de la naturaleza. Santayana no se
casó, por lo que se libró de tener suegras, cuñados, yernos, etc. Tampoco tuvo
hijos. Él contemplaba este arte de la naturaleza como quien visita un museo, a
través de las ventanas de las familias ajenas. Así, cualquiera. En el otro
extremo, los árabes tienen un dicho que reza: Un mal pariente es un alacrán. El
pueblo árabe es uno de los que más se han ocupado de asuntos de la familia,
entre ellos los vínculos familiares siguen siendo muy fuertes. Como ejemplo,
sírvannos esta historia:
Entre
los prisioneros de guerra que Al Hayáy tomó en sus conquistas, había una mujer
árabe que cayó prisionera junto con su esposo, un hijo y un hermano. Al Hayáy
le dio a elegir a uno de los tres para salvarle. La mujer respondió: “Esposo no
me faltará y aún podré tener hijos, pero ¿dónde conseguir un hermano?”
Conmovido
el general muslim por la sabiduría que encerraba la respuesta de la prisionera,
ordenó la libertad de los tres.
Pero
los árabes también poseen un dicho, algo ambiguo, que dice: ¡Cuántos buenos
hijos tenemos que no hemos engendrado nosotros! No sé si se refiere a la
infidelidad femenina o a la fraternidad que debe reinar entre los miembros de
la tribu. Da igual. Lord Byron, en sus memorias, dejó escrito que si algún día
tuviera un hijo varón, le daría la educación más prosaica que pudiera: sería
jurista o pirata. ¿Y cuál es la diferencia? Esto de tener hijos, sin embargo,
no está bien visto por algunos intelectuales. Cioran, por ejemplo, decía que
todos los padres son irresponsables o asesinos, pues en su opinión sólo los
animales deberían dedicarse a procrear. Otros, como Aleister Crowley, prefería
no esforzarse: “Mi familia son los grandes hombres del pasado”. Ah, pero ¿se
puede elegir?
Zaragoza,
28 de marzo de 2018