La cultura es un término
de origen latino, cultura era el cultivo del campo, que luego se aplicó al
cultivo del espíritu (cultura animi),
arar y sembrar los surcos del cerebro para que den mieses de conoci-mientos,
cosechas de pensamientos. Hoy se ha olvidado este origen humilde y pecuario del
término y se entiende por cultura desde el contenido de la ciencia en su valor
intelectual, los intentos de explicar el universo o la suma de influencias
recibidas. Para Sánchez Ferlosio la cultura es un invento del gobierno. Luego
están los que distinguen entre alta y baja cultura (como la costura) o cultura
humanista y científica, olvidando que si algo debe tener una capacidad de
valoración global es la cultura. Porque la cultura no pertenece en exclusiva a
ciertas áreas geográficas, ni dentro de ellas a una clase económica o
educativa; la cultura ha de ser de todos, en todos y para todos, o no será.
Pero siempre saldrá un chistoso que me dirá que si añado “educación” a Atila el
huno, no conseguiré un filósofo como Platón sino un conquistador como Gengis
Khan. Esta concepción parte del hábito de creer que cultura es conocimiento
enciclopédico, esa cultura en la que creen los intelectuales pálidos y sin
aliento, sonámbulos de la historia. Porque si a Platón le quito su instrucción
no consigo un bárbaro, sino un ciudadano cumplidor de las leyes y participe
todavía de la cultura de su pueblo. Otra opinión crítica con la cultura aduce
que la cultura envejece al individuo, refrena su vehemencia juvenil al
someterle a normas estrictas. A esta opinión responder usando un escolio
implícito de Nicolás Gómez Dávila: “Cultivado es el hombre que no convierte la
cultura en profesión”. Para finalizar, creo que deberíamos hablar menos de
cultura y ayudar a crearla.
Zaragoza,
14 de marzo de 2018
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