¿Qué
une a las dos personas de la imagen, separadas por, estimo, tres generaciones?
La información. Ambos escuchan, ambos están procesando información. Un
estudioso de la información, Norbert Wiener, dijo que la información sólo es
posible como transmisión de alternativas. Si lo que se transmite es una
contingencia (hace frío, siendo invierno), es mejor (menos costoso), más
eficaz, no transmitir nada. La información gana a medida que gana en rareza.
Por ejemplo, decir que los bancos abusan de su poder no dice apenas nada, pero
si se informara que los bancos reparten sus beneficios entre los pobres, el
valor de la información transmitida es casi infinito. Hoy el mundo es casi
información. Hoy nos alimentamos de información. La información es aquello para
lo que se lucha y sobre todo lo que se lucha. La próxima guerra se dirimirá
entre centros de información. Ya lo auguró John Von Neumann: “Estoy pensando en
algo más importante que las bombas. Estoy pensando en los ordenadores”. Los
ordenadores son información. Por este súbito poder conferido, la información
suscita recelo. Es quizá por ello que la información (su libre transmisión)
esté prohibida en más de medio mundo y falseada en casi la otra mitad. Aunque
en nuestra era tecnológica el peligro con la información está tomando visos no
previstos: el peligro no es hoy tanto la falta de información como la superabundancia
de la misma. Desde todos los medios se nos bombardea con información de todo tipo.
Hoy es más esencial que nunca saber discernir la información relevante de la
que no lo es, desechar la basura sin tan siquiera mirarla, un filtro que impida
que sucumbamos al tsunami de bits que nos inunda cada día. Anunciaba R. A.
Wilson, analizando la tendencia histórica, que para el año 2010 la información
se duplicará cada día. Hoy, en 2018, se triplica. Sí, la información es el
tirano del mundo moderno. Opongamos a su omnímoda avalancha nuestra mayor
capacidad de discernir. Así sea.
Zaragoza.
7 de marzo de 2018
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