Sigamos
con las modas, esta vez en el vestir. Yo fecho el origen de la moda en la
monarquía francesa antes de que comenzaran a funcionar a destajo las
guillotinas. Esos trajes donde el azul marino conjuga con el oro, y la seda con
los tules, esas chorreras, esas pelucas, esos rostros pintarrajeados, anunciaban
sin ambages la venida de la moda. La moda la dictaba la corte, los poderosos,
la aristocracia. Era suya y para ellos. El pueblo llano se conformaba con
cualquier jubón y unos cullotes. Un poco como sucede en nuestra época, pues a
pesar del invento del prêt-a-porter, la moda que se exhibe en las pasarelas
está destinada a las clases pudientes, aristócratas del dinero que pueden
permitirse pagar los precios de un Balenciaga o un Dior. A los demás mortales,
si acaso, les toca de refilón algún gesto del estilo de los grandes modistos. Resulta
curioso que hoy el punto débil de la moda: el tiempo, constituya a la vez su
punto fuerte. La moda, por definición, y por esencia, es pasajera, pero la moda
(o más bien sus creadores, o sus comercializadores) aprovechan esta
circunstancia para incluso acelerar su caducidad, no dejar que se asiente para
así sacar nuevas líneas de ropa e incrementar el negocio, porque hoy, no se
olvide, la moda es un negocio, un negocio muy lucrativo. Sin embargo, lo que me
gustaría reseñar de la moda actual (me refiero a la que se muestra en las
pasarelas) es su extravagancia, su desproporción. Cuando observamos a los
modernos diseñadores y sus colecciones, solemos prensar, ¿quién se atrevería a
ponerse esa ropa? ¿Quién, en su sano juicio se atrevería a pasearse enseñando
los pechos bajo tules transparentes, arrastrando bombachos de carnaval,
molestándose en andar con mangas de duende desorbitadas, aguantando sobre la
cabeza sombreros que no cabrían por las puertas de un autobús? ¿Los ricachones
en sus fiestas privadas? Sospecho que no. Esos vestidos que vemos desfilar en
las pasarelas, no los lleva nadie salvo la modelo que lo pasea durante la
exhibición. ¿Qué se vende entonces? No el producto, lo que se vende es
ideología. ¿Qué ideología? Eso les corresponde a ustedes contestarlo.
Zaragoza,
04 de octubre de 2018
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