Se ha puesto de moda,
entre los traductores, el enmendar la plana a títulos homologados por el tiempo
y la costumbre. Empezó con La metamorfosis, de Kafka. Un
moderno traductor discurrió que el título alemán Die Verwandlung era más
correcto traducirlo por La transformación. Craso error. La
metamorfosis ya forma parte del imaginario colectivo de los lectores. No se
puede cambiar de la noche a la mañana el título de una obra que ha hecho mella
en nuestra imaginación por uno nuevo que suena a gramática profiláctica. Me
niego a aceptarlo. El segundo caso de aberración traductora (es mi opinión) se
refiere al nuevo título de la conocidísima Madam Bovary. A una traductora
castiza se le ha ocurrido que el título correcto de esta obra, que se titula Madam
Bovary en todo el mundo occidental, se pase a titular Señora
Bovary. ¿Señora Bovary? ¿Qué pasa, que Madam puede confundirse con la
duela de un burdel? El libro de Flaubert será siempre para mí, y para la gran
mayoría de lectores (inmensa minoría) Madam Bovary. Jamás condescenderé a
llamarlo de otra manera. El último caso, este reciente de pocos meses, es el
título de Graham Greene The End of the Affaire. Traducido
desde siempre como El final de la aventura, a un traductor, o editor, se le ha
ocurrido que es mejor titularlo El final del affaire. Habrase visto.
¿Acaso ignorar los perpetradores de esta suplantación que aventura tiene en
castellano el mismo sentido de affaire (aventura galante) que tiene en inglés y
francés? ¿Por qué el cambio de título? ¿Quieren dejar a las claras que no se
trata de una aventura a lo Emilio Salgari? Lo último perpetrado por estos
traductores salvajes es el título de un relato de Kafka, que alguien
recientemente (no diré quién) tituló En la colonia penal. Desde siempre
este título ha sido En la colonia penitenciaria, titulo arraigado en el
inconsciente colectivo de los lectores. ¿A qué viene este cambio que empobrece
un título ya arraigado? ¿Hasta dónde vamos a tener que sufrir cambios de
títulos de libros ya avalados por el tiempo? Si son tan listos, u osados, ¿por
qué no traducen otros títulos ya arraigados y que fueron mal traducidos, pero
cuyos títulos no tienen parangón? Augusto Monterroso nos informa de varios de
estos títulos mal traducidos pero que fueron un acierto completo:
◙ En México, un dramaturgo tradujo la obra de
Thornton Wilder The Skin of Our Teeth, expresión que se utiliza en inglés para
decir “por los pelos”, como La piel de nuestros dientes. Con
semejante título, todo menos acertado, la obra tuvo un fulgurante éxito.
◙ Otra curiosa
traducción que contribuyó al éxito de una obra de teatro fue La
importancia de llamarse Ernesto, traducción del original The
Importance of Being Earnest, donde Oscar Wilde jugaba con la polisemia
de “earnest”, que quiere decir “serio” y se pronuncia como Ernesto, que era
además el nombre del protagonista. Una traducción honesta, sugiere Monterroso,
hubiera sido La importancia de ser honrado pero,
siguiendo al mismo autor, resultaría insípida y sobre todo poco propicia para
atraer espectadores. El título elegido, gracias al atrevimiento de trocar
"ser honrado” por “llamarse Ernesto”, prendió en nuestro idioma y hoy
sería insustituible.
◙ Más curiosa es la
traducción de la obra de William Faulkner The sound and the Fury como El
sonido y la furia, título tan rotundo que catapultó a la fama al autor
y consiguió para el libro un enorme éxito comercial en el mercado de habla
española. Lo que el traductor no supo (o quizás sí pero le dio igual) es que
“the sound and the fury” es una frase sacada del Macbeth de
Shakespeare, en concreto de un pasaje donde se dice que la vida es un cuento
contado por un idiota, e intenta definir el parloteo de un tarado de mirada
errática: “Full of sound and fury, signifying nothing”. Siguiendo de
nuevo a Monterroso, una traducción que respetase el sentido de la frase sería
“bla, bla, bla”, o “Bleb, bleb, bleb”, que es como se expresaría un retrasado
mental, precisamente el protagonista de la novela de Faulkner. (Como
curiosidad, señalar que Astrana Marín, traductor casi oficial de las obras de
Shakespeare al castellano, en vez de “lleno de ruido y furia” traduce “con gran
aparato”).
¿Se atreverían los editores o los
traductores salvajes a traducir los títulos referidos como propone Monterroso
que debían ser los correctos?
Postdata: También estoy en contra de
los cambios de nombres históricos y grabados en la conciencia lectora, como es
el caso de Lao Tse. Ahora dicen que se dice Lao Zi. Pues conmigo se van a
joder. Para mí será Lao Tse. Suena mucho mejor, y además, prueba contundente,
es así como aparece en las aventuras de Tintín titulado El loto azul. Qué mayor
prueba de permanencia.
Una higa
para los traductores salvajes.
Zaragoza,
14 de octubre de 2019
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