lunes, 28 de octubre de 2019

Sade y la otomana mecánica



Críticas eliterarias

Sade y la otomana mecánica
(Análisis sadolingüístico)

De todos es sabido el amor del Marqués de Sade por las otomanas, máxime cuando, transformadas por el genio de Minsky, la otomana deviene artefacto generador de múltiples y sincronizados placeres. Cuando Justine califica de “orgía suntuosa” la celebración en el castillo de Silling donde se prueba por primera vez la “máquina de encular obispos”, no está realizando sólo una selección de lenguaje propio de la eroticidad sadiana, está calificando la inclinación aristocrática por las vejaciones episcopales. Se trata de una Deformata reformare, que daría paso a una Reformata conformare, que a su vez conduciría a una Conformata confirmare, que culminaría con la Confirmata transformare. Esta tetraformulación ignaciana obtiene pleno sentido cuando el Papa Sixto XII, atrapado en Silling, se niega a probar la “máquina de encular obispos” argumentando que él ha pasado tal dignidad y que necesitaría una máquina sodomizante a la altura de su alcurnia. Para acabar con estas rémoras de placer en sus convites, Sade instituye lo que se conocerá posteriormente como “la otomana mecánica”. Es este asiento reclinado transformado por Minsky en un artefacto plenipotenciario, siendo válido para todas las dignidades eclesiásticas o políticas, para cualquier género o animal, dotado de salientes y aberturas capaz de satisfacer a una docena de sujetos al mismo tiempo. La otomana mecánica dio mucho juego a la imaginación de Sade y mucho trabajo y dineros a los carpinteros y orfebres que la construyeron para su hotel de La Coste. Por cierto, que su casa de La Coste tenía un cocodrilo verde pintado en el frontispicio (curiosidad para aficionados a los polos... no precisamente magnéticos).
            La construcción de la otomana mecánica entra dentro de las fases del placer definido por Sade, a saber:
            1) Accesis: privarse de ideas libertinas durante quince días mientras, en síndrome de abstinencia, se chupa el cuero de la otomana.
            2) Disposición: acostarse en soledad, sobre la otomana, teniendo como únicos compañeros el silencio y la soledad, y permitirse una ligera polución ayudado del falo eléctrico situado en el costado derecho.
            3) Desahogo: todas las imágenes, todos los extravíos reprimidos durante el periodo de accesis se liberan en desorden, y se agarra uno a todos los dispositivos de la otomana que pueda asir, chupar o introducirse.
            4) Elección: entre los cuadros que desfilan, entre los dispositivos que asimos o nos introducimos, elegir uno de ellos, el que más daño/placer nos proporcione y darle al mecanismo en fase rápida.
            5) Borrador: hay que apagar la otomana, dejarla que se enfríe, mientras se curan las heridas y se palían los escozores, se piensa en los errores o aciertos de la otomana descubiertos durante la sesión. Escribir la escena en un cuaderno.
            6) Corrección: después de haber descansado y escrito el borrador, y descubierto los pros y los contras de cada mecanismo de la otomana, volver a montar sobre ella, enchufarla a toda potencia y dejar que el poder de los motores eléctricos te satisfaga por todos los lados que puedan procurarte placer.
            7) Texto: si sobrevives a la experiencia, poner ésta por escrito y venderlas en forma de libro a la Sonrisa Inviertical o editorial similar, y forrarte. 
            Durante los largos encarcelamientos de Sade, la otomana mecánica pasó por distintos hogares: el del prefecto de la Policía de París, el obispado de Avignon, la casona de un paragüero de Cherburgo, quien finalmente se la vendió a un feriante, feriante que fue ajusticiado después de que el artefacto desvirgase a las cuatro hijas de Madam Tissue que se montaron creyendo que se trataba de un caballito, caballito del que no querían apearse y tuvieron que ser retiradas, desintroducidas de varios salientes por los tirones de media docena de rollizos gendarmes.

García Sade, Crítico de su majestad
Zaragoza, 28.10.19

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