lunes, 22 de junio de 2020

Críticas eliterarias: Diario de un pelota recién casado


Críticas eliterarias


Diario de un pelota recién casado

De

Juan Ramón Jimeno


Obra de lirismo oficinesco difícilmente calificable. Un empleado modelo (para la empresa) desgrana en un diario íntimo sus vivencias laborales. Auxiliar del departamento de contabilidad, el protagonista, Alter Ego, comienza el diario el mismo día de su boda. Es aleccionadora la primera entrada: “Martes 13: Hoy me he casado. La ceremonia ha sido rápida porque debía volver a la oficina para acabar los ajustes de inventario. Laura lo ha entendido. Se ha ido con Raúl, mi mejor amigo, quien la entretendrá hasta que llegue yo, esta noche, y cierre el balance matrimonial con una regularización coital. En la oficina mis compañeros me han mirado con recelo y he notado que hacían constantes referencias taurinas. Deben saber que odio los toros. El jefe me ha recibido bien. Me ha dado también los asientos de débitos bancarios, quizás en premio por mi laboriosidad. Probablemente cerraremos este mes con beneficios extraordinarios”. El diario, de este jaez, va desgranando día a día los seis primeros meses de la vida de casado de este empleado modélico. Después de dejar claro que ha renunciado a los días de permiso por boda, el poeta oficinista nos detalla las constantes jaquecas de su recién esposa durante la noche, jaquecas que le impiden consumar, o como él dice, “regularizar”, el matrimonio. Cuando Laura, tres meses más tarde, le anuncia que está embarazada, el poeta, preocupado por un descuadre del balance biológico que no logra solucionar, le da una tibia enhorabuena y se va con los papeles de la oficina a la salita. El diario se interrumpe a los seis meses. La última entrada dice así: “Jueves 30: El abogado me informa que los papeles del divorcio están preparados y que tengo que pasar por su bufete para firmarlos. Le digo que hoy no puedo, que es día de cierre y trabajaré hasta muy tarde. Mis compañeros han incrementado su afición a los toros y todo son carteles de corridas y anuncios de ganaderías. Incluso han colocado sobre mi mesa un torico de porcelana. Son extraños mis compañeros. Todos salen a su hora. Incluso dejando a medias sus labores. Les compadezco”.
Esta extraña obra ha sido encomiada por el presidente de la Confederación de Empresarios Arios, quien no ha dudado en manifestar: “Este libro debería ser de lectura obligatoria en todas las oficinas de este país”. Opinión que contrasta con la de los responsables de las organizaciones sindicales, quienes denuestan vivamente a autor de tan estúpida obra, extrañamente también utilizando en sus dicterios profusión de alusiones taurinas.
Editorial Planeta de los Simios es la (ir)responsable de haber puesto libro tan polémico en el mercado.


Lambert O’Really
Crítico de su Majestad

lunes, 8 de junio de 2020

Críticas eliterarias: CERVANTES Y LA MECÁNICA CELESTE


Críticas eliterarias


CERVANTES Y LA MECÁNICA CELESTE
(Análisis estructural y cunnilingüistico)


Cervantes, como todo el mundo sabe, vio las estrellas cuando un trabucazo islamista cercenó su brazo izquierdo en la gloriosa batalla de Lepanto. Desde entonces, esta mecánica celeste fue guiando sus pasos. De cautivo en Argel, Cervantes distinguía todas las noches la osa menor a través del ventanuco de su celda, pues por lo visto la osa mayor no cabía en la estrecha parcela de cielo enmarcada en el ventanuco. Fue una buena estrella la que propició su liberación, pues se recibió el recate para un tal Miguel de Herbantes y los moros confundieron los nombres y liberaron al manco. De regreso en la Península, consulto Cervantes con el famoso astrólogo Rappel Garcigómez, quien le auguró un encuentro con un loco hidalgo de triste figura. Cervantes esperó durante años a este loco hidalgo, hasta que se olvidó del asunto y le entraron ganas de escribir. Este encuentro con el astrólogo aparece prolijamente documentado en la obra de Matty Mortimer Cervantes and his Environment. An Astrological Approach, University of Paris (Texas). Cervantes, después de este encuentro con Rappel, anduvo obsesionado con un sueño recurrente en el que, con una sola mano, se veía obligado a ordeñar la vía láctea, tarea penosa que provocaba que se despertase bañado de sudor. A raíz de este sueño obsesivo Cervantes cambió el lecho de cuarto, trasladándolo a una habitación bajo el predominio de la constelación de Orión. Influido por esta nueva disposición celeste, trabó Cervantes amistad con dos pillos llamados Rinconete y Cortadillo, quienes por medio maravedí le relataban sus azarosas aventuras, aventuras que el escritor vendía como ficción a una editorial del reino y por lo que cobraba sus buenos ducados. Los pícaros, advertidos del cambalache, demandaron a Cervantes para sacarle parte de la gabela, pero Cervantes consultó con un abogado astrólogo, quien le aconsejó que demandase a su vez a los pícaros por los delitos relatados, lo que el escritor hizo, lo que hizo que los pícaros retiraran la demanda y asegurasen que lo relatado era pura ficción y no tenía nada que ver con la realidad. El autor, ya inmerso en la Galaxia Gutenberg, tuvo una noche un sueño en el que veía descender sobre él un polvo de estrellas, lo que se tradujo en una polución nocturna. Este resurgir de la sexualidad hízole acudir a una casa de citas, donde refociló con una tal Dulcinea del Toboso, quien le tomó confianza y le relató que un viejo hidalgo reseco la pretendía allá en el pueblo y se había tenido que trasladar a la corte para huir de él. Cervantes, viendo la potencialidad novelesca del tipo en cuestión, le pidió que le contase cosas del extraño vejete, cosa que Dulcinea hizo y el novelista anotó, poniéndolo meses más tarde por escrito. Esta usurpación nunca fue percibida por Dulcinea, pues la chica no sabía leer. Publicada la primera parte de las aventuras de su famoso hidalgo, la carrera literaria de Cervantes fue meteórica, como disparada por el arco de Sagitario hacia el séptimo cielo de Aries. No fue su personaje estrella fugaz y tornó en una segunda parte, y habitó desde entonces en el Parnaso celeste. Cervantes se convirtió así en un planeta alrededor del cual giraron los satélites literarios del siglo de oro, órbitas que conformaron el pequeño universo literario español.

Lambert O’Really
Crítico de su majestad