lunes, 8 de junio de 2020

Críticas eliterarias: CERVANTES Y LA MECÁNICA CELESTE


Críticas eliterarias


CERVANTES Y LA MECÁNICA CELESTE
(Análisis estructural y cunnilingüistico)


Cervantes, como todo el mundo sabe, vio las estrellas cuando un trabucazo islamista cercenó su brazo izquierdo en la gloriosa batalla de Lepanto. Desde entonces, esta mecánica celeste fue guiando sus pasos. De cautivo en Argel, Cervantes distinguía todas las noches la osa menor a través del ventanuco de su celda, pues por lo visto la osa mayor no cabía en la estrecha parcela de cielo enmarcada en el ventanuco. Fue una buena estrella la que propició su liberación, pues se recibió el recate para un tal Miguel de Herbantes y los moros confundieron los nombres y liberaron al manco. De regreso en la Península, consulto Cervantes con el famoso astrólogo Rappel Garcigómez, quien le auguró un encuentro con un loco hidalgo de triste figura. Cervantes esperó durante años a este loco hidalgo, hasta que se olvidó del asunto y le entraron ganas de escribir. Este encuentro con el astrólogo aparece prolijamente documentado en la obra de Matty Mortimer Cervantes and his Environment. An Astrological Approach, University of Paris (Texas). Cervantes, después de este encuentro con Rappel, anduvo obsesionado con un sueño recurrente en el que, con una sola mano, se veía obligado a ordeñar la vía láctea, tarea penosa que provocaba que se despertase bañado de sudor. A raíz de este sueño obsesivo Cervantes cambió el lecho de cuarto, trasladándolo a una habitación bajo el predominio de la constelación de Orión. Influido por esta nueva disposición celeste, trabó Cervantes amistad con dos pillos llamados Rinconete y Cortadillo, quienes por medio maravedí le relataban sus azarosas aventuras, aventuras que el escritor vendía como ficción a una editorial del reino y por lo que cobraba sus buenos ducados. Los pícaros, advertidos del cambalache, demandaron a Cervantes para sacarle parte de la gabela, pero Cervantes consultó con un abogado astrólogo, quien le aconsejó que demandase a su vez a los pícaros por los delitos relatados, lo que el escritor hizo, lo que hizo que los pícaros retiraran la demanda y asegurasen que lo relatado era pura ficción y no tenía nada que ver con la realidad. El autor, ya inmerso en la Galaxia Gutenberg, tuvo una noche un sueño en el que veía descender sobre él un polvo de estrellas, lo que se tradujo en una polución nocturna. Este resurgir de la sexualidad hízole acudir a una casa de citas, donde refociló con una tal Dulcinea del Toboso, quien le tomó confianza y le relató que un viejo hidalgo reseco la pretendía allá en el pueblo y se había tenido que trasladar a la corte para huir de él. Cervantes, viendo la potencialidad novelesca del tipo en cuestión, le pidió que le contase cosas del extraño vejete, cosa que Dulcinea hizo y el novelista anotó, poniéndolo meses más tarde por escrito. Esta usurpación nunca fue percibida por Dulcinea, pues la chica no sabía leer. Publicada la primera parte de las aventuras de su famoso hidalgo, la carrera literaria de Cervantes fue meteórica, como disparada por el arco de Sagitario hacia el séptimo cielo de Aries. No fue su personaje estrella fugaz y tornó en una segunda parte, y habitó desde entonces en el Parnaso celeste. Cervantes se convirtió así en un planeta alrededor del cual giraron los satélites literarios del siglo de oro, órbitas que conformaron el pequeño universo literario español.

Lambert O’Really
Crítico de su majestad

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