Los
ancianitos amables. Los viejitos candorosos. Es casi un tópico el que los
ancianos sean dulces, tranquilos y cariñosos, así como que los infantes sean
inocentes, confiados y amorosos. De estos tópicos se valen las películas de
horror donde los ancianitos no son precisamente angelitos arrugados o los niños
se convierten en muñecos diabólicos. El contraste funciona. Pero si lo
analizamos con mayor profundidad, no es infrecuente encontrar entre los muy
mayores a seres avinagrados y rencorosos que se vengan de los más jóvenes o los
más ágiles, sean estos sus hijos, vecinos o miembros del mismo asilo. Y de la
crueldad de los niños saben bien los enseñantes (y los mayores que tenemos
buena memoria de malas memorias). Saben de los niños matones y precoces que
humillan y martirizan al débil o al tímido. Es moneda corriente en nuestras
escuelas.
Un ancianito armado, como los de la
foto, es alguien contra el que precaverse. Debido al Parkinson, u otros
temblores propios de la edad, es fácil que aprieten el gatillo y se les dispare
la bala fatal.
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