¿Son
necesarios los militares? ¿Son superfluos? La militar, presumo, es después de
la del sacerdote y la prostitución, la profesión más antigua del mundo. De los
tres, sólo la prostitución posee utilidad y proporciona goce y esparcimiento. Las
demás dan o causan dolor. Dolor de alma los sacerdotes y dolor de cuerpo los
militares.
En su ingenuidad uno se pregunta: ¿qué fue antes, la discordia o el
milite? ¿Fueron las discordias lo que generó el oficio de las armas o fue la
institución de bandas organizadas paleolíticas, antecesores de los ejércitos,
las que generaron la discordia? También se pregunta uno si el oficio de las
armas, de no haber existido bardos y poetas que, para pasar el tiempo, lo elevaron
a gesta épica, hubiera tenido jamás prestigio y se hubieran perpetuado como
institución. Homero y Virgilio ponen lo mejor de su genio en describir batallas
y ponderar el espíritu guerrero de sus héroes. Si desde el principio se
hubiesen burlado de esa manía destructora, hubieran ridiculizado a los héroes
armados, quizá las civilizaciones fueran hoy de otra manera. Pereciera como si
los hombres, con voluptuosidad animal (ferinas
voluptates), no supieran dirimir sus diferencias de otra manera que con las
armas. Palo y tente tieso. Ojo por ojo y reino por reino. Repárese en la
violencia de las palabras de Falvia a Augusto “Aut futue aut pugnemus” (o me follas o es la guerra). Así se
dirimía la política en la antigua Roma.
Hoy todavía los historiadores defienden estas
conquistas e invasiones (suelen tapar las crueldades y sufrimiento que
provocaron) como parte del progreso humano. Somos pocos los que disentimos, lo
que, con educada descortesía, les replicamos: Váyanse a la mierda, por favor. Quizá
porque nosotros recordamos la historia sin las antiparras de la erudición. Las
guerras, nos dicen, aceleran el progreso. Porque imaginan que la línea de la
historia es ascendente. Pero lo que no saben, o prefieren ignorar, es que este
progreso armamentístico nos ha situado al borde del abismo. Demos, por favor,
un paso al frente.
Zaragoza, 29 de
abril de 2015.