Esta foto me recuerda
mi infancia. Por eso está aquí. Porque ninguna de estas personas guardan
parentesco conmigo, pero podría haber sido mi familia. Es posible que ni
siquiera sean españoles. Aunque lo parecen. Puede que esté tomada en Berlín,
que sean judíos, o ciudadanos de Chicago. Pero me recuerda mi infancia. Yo
conservo muchas fotos parecidas de cuando tenía la edad del niño de la foto.
Pantalón corto, chaqueta parecida, corte de pelo similar. De paseo con mis
padres y mi hermano (aquí es una chica). El mismo aire de domingo de las fotos
que conservo. Sólo que mi padre me parece más joven y no solía llevar corbata y
mi madre no iba de luto. Pero en aquella época todo era luto, el ambiente era
luto. Eran los años cincuenta. Años tristes y en blanco y negro. Las calles,
salvo unas pocas, no estaban asfaltadas. Pero paseábamos así. En la calle
familias parecidas trataban de pasar el triste domingo. Yo recuerdo, o las
fotos recuerdan por mí, que íbanos por la carretera, por el borde de tierra.
Apenas había circulación. Sólo los muy pudientes tenían medio de locomoción
privado. Imagino que esta foto traerá parecidos recuerdos a la gente de mi
edad. Porque nuestra infancia, como he dicho anteriormente, es un infancia en
blanco y negro. Sólo con la democracia llegó el color. No es que fuera triste
(a lo mejor también), pero la recuerdo triste. Los paseos del domingo también
eran tristes. Yo hubiera preferido estar jugando con los amigos. Es curioso que
no recuerde, en conjunción con mi infancia, días lluviosos. Y sin embargo,
haberlos, hubo. En mi juventud sí recuerdo la lluvia. Demasiada. Cansina.
Aborrecible. Pero en mi infancia no hay días de lluvia. ¿Todo eran días de
juego y risas? Tampoco.
Zaragoza, 20 de mayo
de 2015
Somos millones los niños que hemos tenido unos padres similares a los de la foto, que nos llevaban a pasear o al cine los domingos, y luego, mi padre tomaba el rumbo de una pizzería, donde esperábamos felices a que nos entregaran nuestra pizza con mozzarella.Y sí llovía y como vivíamos en una calle sin asfaltar, para ir al cole nos calzábamos nuestras botas de goma, blandíamos el enorme paraguas de Papá, y al colegio. Y como si o si, a pesar del paraguas llegábamos con el cabello empapado, nos llamaban "Napoleón Bonaparte". No cualquiera!! Cordiales saludos.
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