“¿Vamos bien por aquí
hacia el frente? Es que el GPS no funciona y nos hemos perdido”. Y el muchacho,
granjero ingenuo, les dirá que no sabe nada de ninguna guerra por los
alrededores, o les dirigirá hacia alguna ruta sin salida, una carretera perdida
donde los obuses no puedan hacer daño. Contrasta la figura del muchacho a
caballo, descalzo y sin camisa, el animal también sin enjaezar, con los
militares completamente pertrechados. Son como las realidades que representan.
Una sencilla, la otra retorcida; una cómoda y ajustada al ambiente, la otra
revestida de estorbos malignos y a lomos de carro acorazado. Bajo un sol
abrasador, el jinete se resguarda con un sombrero y se defiende del calor con
poca ropa. Los soldados, con uniformes y pertrechos, a la calorina propia del
ambiente han de añadir la que les causa ir dentro de un vehículo de hierro en
cuyo interior deben hervir los sesos. Dos realidades, dos alteridades que se
encuentran. Dos formas de vida. Creo que no es difícil discernir cual es la
única razonable, la aconsejable. Pero sigue habiendo ejércitos bajo el sol. Y
me temo que seguirán por siempre. Hasta que no haya sol. Circunstancia que,
gracias en parte a esos mismos ejércitos, está cada vez más cercana. Nada nuevo
bajo el sol.
Zaragoza, 6 de mayo
de 2015
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