Las tres principales religiones
monoteístas de hoy poseen dioses masculinos. Para hallar dioses del género
femenino tenemos que remontarnos a épocas politeístas, como en la India, o en la
antigua Grecia, aunque en el Olimpo las diosas eran de inferior categoría que
los dioses y daba la impresión de que estaban allí más por adorno que por equiparidad
divina. Este dominio masculino en las formas que reviste la divinidad no deja
de ser paradójico, pues los dioses y demás demiurgos lo son, principalmente,
por haber protagonizado la Creación, por haber dado origen al mundo y sus
criaturas. Sin embargo, la facultad de crear, de dar origen a seres, es más
propio de mujeres que de hombres. Lo que hace que la pregunta del Papa en el
chiste, al menos en su primera parte, sea completamente pertinente. La segunda
parte, el que estuviera loca, se deduce de la progenie creada, ese ser soberbio
que, incapaz de crear una hormiga, crear dioses a millares. Una metafísica que
partiese de la asunción de que Dios fuese una mujer y que estuviera loca nos
llevaría, lejos de antroposiquismos trasnochados, a curiosas doctrinas,
peculiares catecismos y credos llenos de lógica enferma, no muy distintos a los
que hoy tenemos. Como esa idea de Félix Guattari y Gilles Deleuze, que
proponían que Dios es un Bogavante o una doble-pinza,
un doble‑bind. Todo lo cual prueba,
en mi opinión, que da igual la hipótesis de que se parta para justificar una
metafísica trascendental o placebo ontológico. Lo enfermo es la mera hipótesis,
cualquier edificio filosófico que pretenda erigir seres superiores,
omniscientes y ubicuos, porque tales “corpus” doctrinales sólo pretenden
sojuzgar al prójimo y perpetuar la casta de los sacerdotes, profesión de
sicofantes con avidez de poder y de riquezas. Mejor el delirio, ese dios
oscuro.
Zaragoza, 16 de septiembre de 2015
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