Si
hay algo que distingue y separa a las generaciones es el lenguaje. Cuando yo
era joven manejaba un argot musical que mi padre apenas entendía. No sabía lo
que era un “long play”, ni un “hit parade”, ni siquiera qué quería decir “Los
cuarenta principales”. Para él yo graznaba en el volapuk musical de la
frecuencia modulada. La alta fidelidad volaba muy por encima de su comprensión,
de su mundo, un mundo donde el mayor logro tecnológico era la radio. Parecieron
adaptarse a la televisión, pero sólo a su forma pasiva, deglutidora. Si había
que sintonizar canales, adaptarles un aparato para el UHF, entonces intervenían
los hijos. El reproductor de vídeos ya superaba por completo cualquier intento
de comprensión y lo miraron siempre con algo de animadversión. Yo llegué a la
informática relativamente a una edad tardía, pero aun así me cautivó. Pero
pronto los continuos avances me resultaron difíciles de seguir. Ahora, cuando
tengo algún problema, llamo a un técnico o le digo a mi hijo que le eche un
vistazo. Mi hijo no ha estudiado nada de informática pero como todos los
jóvenes de hoy, sabe manejarse por menús que yo ni imaginar que existieran
hubiera podido. ¿Intuición? ¿Simbiosis de la corta edad con la tecnología del silicio?
Me he convertido en un usuario comodón tanto del ordenador como de la red,
avanzando con retraso hacia aquellas aplicaciones que me son útiles en mi labor
escritora o en mi curiosidad de navegante ciberespacial. Pero he tenido que
renunciar a muchos progresos. Mantengo blogs pero tengo dificultades a la hora
de cambiar el diseño de la página. He logrado adaptarme a Facebook pero he
renunciado al Twitter (esto no por incapacidad de adaptarme al medio, que no me
parece difícil, si no por las consecuencias devastadoras de comentar algo en
caliente). Apenas me acurdo de cómo se baja música a un MP3 (ahora MP4), no utilizo
la descarga de películas porque no me gusta verlas en el ordenador. No chateo
por internet ni me he apuntado a redes como Linkedin o esas de flirteo. Me da
miedo bajarme programas nuevos por si me introduce algún virus. Cuando cambio
de ordenador, un técnico homologado me lo deja listo para su uso. Y me sigue maravillando
cómo los jóvenes han aprendido a manejar esta tecnología sin cursos ni
maestros, simplemente apretando botones, teclas y cliqueando en la parte
derecha del ratón. Hay algo innato en ellos que se alía con esta novedosa
tecnología, y con cualquier tecnología nueva. Y confieso que me dan envidia.
Creo, como Abbie Hoffman, que al final la única revolución es la tecnología.
Zaragoza,
16 de diciembre de 2015
C'est la vie mon cher ami !!!
ResponderEliminarSe duplica la info en cuestión de semanas cuando en nuestra época universitaria tardaba lustros.
Nos toca saber seleccionar lo que nos interesa y rápido, para poder concentrarnos en ello.