¡Cuántas
veces nos engañan los sentidos! Pero cuántas más nos engañan los encargados de
informarnos o educarnos. No sé quién dijo que encontrar hoy en los periódicos
una noticia verdadera era una verdadera noticia. Bueno sí, lo sé, fui yo. Y es
que resulta curioso leer la misma noticia en dos periódicos de corriente ideológica
opuesta, o incluso un poco distinta. Sólo permanecen invariables las fechas y
los nombres, y a veces ni eso. Hemos sido engañados por nuestros mayores, por
nuestros educadores, por los sacerdotes (la verdad les dejaría sin oficio), por
los periodistas, por los gobiernos. La historia se reescribe a cada momento y
no siempre para mejor. Los nuevos países que se forman o Comunidades Autónomas con
competencias para ello, no dudan en tergiversar la historia para amoldarla a su
conveniencia, una vez apareciendo como víctimas de la injusticia y otras como
vencedores en luchas sólo por ellos imaginadas. La función de los nuevos
historiadores, de tan fácil pluma como escaso escrúpulo, es ensalzar a la
Comunidad a la que se pertenece, y de la que se cobra. Un asesino o terrorista
es un patriota dependiendo del bando desde el que se lo juzgue. La realidad se
ha retorcido tanto que criticar, por ejemplo, la furia bélica israelí contra
civiles palestinos es hacer anti-sionismo y estar a favor del terrorismo de
Hezbolá. Habrá que empezar a dudar de todas las verdades reveladas. ¿Mató Caín
a Abel o fue a la inversa? ¿Fue por envidia o fue porque no podía soportar las
vejaciones de un pelota de la Divinidad, un chivato que no daba golpe y sólo
gustaba de peinar los bucles de sus rizos mientras el pobre Caín trabajaba como
un camello, un camello árabe? A lo mejor.
Zaragoza,
2 de diciembre de 2015
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