En los últimos tiempos se está anunciando que los robots están por llegar y se expandirán entre
los hogares como antaño los ordenadores. Y uno se pregunta, ¿qué tipo de robot
será la punta de lanza de esta novísima industria, cuáles serán los primeros
robots que se explotará de forma intensiva? Algunos, ingenuos, creerán que las
investigaciones se encaminan hacia el robot doméstico, un androide que realice
las tediosas labores del hogar o hagan de canguro para los niños. Pero
cualquier avezado en modernidades, y con sólo echar un vistazo a su alrededor,
a la propaganda, a la fuerza más viva de Internet, podrá advertir que la rama
estrella de la robótica, aquella que atraerá a los más cualificados artesanos y
técnicos (pues será la que mayores beneficios reporte) será la industria del
sexo. Así ha sucedido con cualquier etapa tecnológica. Los vídeos impusieron el
sistema VHS sobre el Beta (ostensiblemente mejor) porque la industria de
películas pornográficas de Estados Unidos eligieron este sistema. Hasta hace
poco los DVD’s de sexo superaban la venta de videojuegos. Internet está plagado
de páginas de sexo. Prueben a poner la palabra “sexo” en cualquier buscador y
observen el número de entradas que les da. Cuando se lancen los robots, no
pierdan cuidado, la industria del sexo será pionera. El sexo que empuja con
todo su peso las puertas de la tecnología. Bajo la consigna ciberótica: “Más
placentero que hacer el amor COMO una máquina, es hacer el amor CON una
máquina”, las sex-replicantes invadirán los sex shops y acabarán con las
profesionales humanas dedicadas a la prostitución. Y es que una sex-replicante
tendrá muchas ventajas sobre las actuales follatrices: no sólo su furor, más
que uterino, será iterable (capaz de repetirse) sino que serán más sumisas,
tendrán cuerpos más perfectos o adaptables, podremos programarlas para que
satisfagan nuestros más perversos placeres y, cima de las ventajas, no olerán a
sudor ni transmitirán enfermedades contagiosas. ¡Y yo con esta edad!
Zaragoza,
13 de enero de 2016
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