Vivimos
una época de consumo desaforado, desbocado. Se compran regalos para los
cumpleaños, los santos, las despedidas, los matrimonios, los divorcios, por San
Valentín, por San Cucufato, cualquier efeméride es válida para lanzarse en
busca del objeto de regalo ideal. Pero la oferta de objetos ideales, idóneos,
es tan grande que los despersonaliza y los vuelve ordinarios, cuando no fuera
de contexto. Pero hay que regalar, hay que regalar… Es el mantra de nuestra
sociedad del despilfarro: “hay que regalar”. Y nos regalan, regalamos. Nos
regalan y regalamos objetos inservibles que uno no sabe dónde ocultar, dónde
esconder, cómo deshacerse de ellos. La mayoría son bibelots que terminan en las
estanterías, entre los libros, lo que provoca que se caigan o que haya que
apartarlos para sacar un determinado tomo, lo que a su vez provoca que renunciemos
a la lectura para no tener que reordenar toda la morralla que entorpece la
extracción de los libros. El regalo de compromiso deviene así el peor enemigo
de la lectura. El regalo de chuminadas es hoy tal negocio que al menos dos
veces al año los semanarios de los principales diarios nos regalan suplementos
donde se muestran con profusión estos preciados y codiciados objetos con los
que torturar a parientes y amigos. Y entre sus páginas uno descubre dónde se ha
refugiado la inventiva de los diseñadores y creativos. Es así que uno puede
encontrar objetos tan inútiles como el temporizador de pasta cuya foto acompaña
esta crónica (lean su utilidad, su funcionamiento, lean y abochórnense), o el
sacacorchos hidráulico y diseño ergonómico, el limpia pipas con cadenita para
sujetarlo al batín (¿Quién coño lleva hoy batín en casa?), la pluma
estilográfica que es a la vez despertador, los calcetines con bolsitas que
recogen el sudor, las pantuflas con calefacción eléctrica, el condón que emite
gemidos de placer, las tijeras a vapor, el abre-cartas que es a la vez
termómetro, un calendario que se rige por el rito milanés. ¿Para cuándo el
bibelot que repita al comprador, cada minuto: “imbécil”?
Zaragoza, 21 de junio de 2017
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