¿Por
qué la imagen del dolor resalta más, parece más real, en el rostro de una
mujer? ¿Será que el dolor va unido a la sensibilidad, que lo propaga y lo
amplifica? La mujer pasa por ser más sensible que el hombre. Y si es poeta,
doble sensibilidad. Ya lo dijo Aleixandre: “Sí, poeta; el amor y el dolor es tu
reino”. Como hemos dicho, si unimos a la cualidad de poeta el de ser mujer,
obtenemos la antena más precisa para recoger el dolor en todas sus variantes. Y
esa antena bien puede llamarse Alejandra Pizarnik: “Yo no sufro, yo no digo
sino mi asco por el lenguaje de la ternura”. Pero mentía, sí sufría, y mucho.
Acabó con su vida tomando un tósigo. Se envenenó. Otro poeta que sufrió lo
indecible fue César Vallejo: “Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan
hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa”. Sí, la mujer y los poetas son
los sufridores de este reino donde impera el desamor. Cuando se quiere resaltar
el dolor de una catástrofe, de un atentado, se recurre a las mujeres, mujeres
madres, mujeres esposas, mujeres con lagrimales secos de tanto llorar. No sé si
el dolor nos hace mejores o simplemente nos endurece, nos hace callo en el
ánimo. Decía Umbral, Francisco, que había que beber a chorros del dolor,
beberlo a morro. Pero de todos los dolores se bebe a morro. Quienes se preparan
una copita de dolor y lo saborean como un enólogo, ése no sabe lo que es el
dolor. El dolor no se deja domesticar. El dolor tampoco se olvida. El dolor que
se olvida no es dolor. ¡Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra
dura, y más la nada!
Zaragoza,
28 de junio de 2017
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