¿Ha
avanzado la filosofía desde los tiempos antiguos? ¿Es ahora más clara, más
comprensible, más didáctica? ¿Ha aumentado su influencia sobre la sociedad? La
respuesta es un rotundo NO. Hoy la filosofía es impenetrable muro de insoluble
concreto, mero juego de abalorios para profesionales del ramo que se mira el
ombligo y se celebran unos a otros en revistas que sólo leen ellos. Desde
Nietzsche, no ha habido un filósofo que se le entienda, que resulte mínimamente
comprensible. El único, si acaso, Ortega y Gasset, quien declaró que la
claridad era la cortesía de los filósofos. Después de Ortega, esa cortesía se
esfumó y dio paso a una escritura elitista y rencorosa, galimatías para
superfluos, y por ello nada influyente. Esta huida hacia lo críptico, hacia el
galimatías, culminó con el movimiento de los nuevos filósofos franceses:
Deleuze, Guattari, Lacan, et al. Y así, en el colmo de la osadía y la
desvergüenza, Lacan osó proferir que “el órgano eréctil es igual a la raíz
cuadrada de -1”. Será, el suyo, laxo y retráctil, porque de tanto parir
chorradas se le cae a uno el pelo… y la virilidad. ¿Entienden ustedes que la
cantidad de información transmitida en un mensaje sea igual al logaritmo
binario del número de alternativas susceptibles de definir el mensaje sin
ambigüedad? ¿A quién coño se dirige Umberto Eco con esta frase tan “ambigua”
(conclusión a la que he llegado sin tener que calcular logaritmos)? ¿Quieren
los filósofos de hoy que los entendamos? ¿Pretenden influir en la sociedad
profiriendo semejantes majaderías? No, la filosofía no ha progresado desde los
tiempos de Diógenes. Los filósofos siguen viviendo en los toneles de marfil del
elitismo.
Zaragoza,
26 de julio de 2017
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