La
educación sexual en los colegios sigue tan gazmoña como en nuestros tiempos. En
mis tiempos nos hablaban de las abejas, el polen y la flor. En algunos colegios
de monjas y curas, ni siquiera disfrutaban de esta gazmoña aproximación. Ese
capítulo se saltaba. El sexo no existía. Y así nos pasó, que tuvimos que
descubrir el sexo a través de amigos mayores que tampoco lo tenían muy claro y
que te hacían dudar sobre si nos estaban instruyendo o desanimando. Cuando uno
se entera de cómo se fabrican los niños, mira a sus padres de una forma
diferente, como a unos viciosos. Y por las noches procura no escuchar, por si
les da por fabricar un hermanito. Casi peor era el trauma de saber por dónde
salían los niños al mundo. Alguno, escandalizado, exclamaba: ¿Quieres decirme
que los mean? Yo, debo confesar, me enteré de la forma en que venían al mundo los
bebés por una película que se titulaba Helga,
que estrenaron en Bilbao y fue un éxito de taquilla sin precedentes. Más que
película era un documental sobre el proceso de gestación y nacimiento de un
niño, y en él vi por primera vez una vagina y mi primer parto. Y claro, quedé
impactado. No sabía que venían así, por ese conducto, no podía imaginar que
algo que creía sólo destinado al placer pudiera dilatarse hasta permitir salir
un cuerpecito sanguinolento y pringoso. Lo dicho, fue un éxito de taquilla en
el tardofranquismo. ¡La de explicaciones de clase que se ahorró la clericalla!
Hoy, por los libros que veo de mi hijo, hay dibujos explícitos, pero aún
observo cierta gazmoñería textual. Y los hijos siguen sin querer hablar de ello
con los padres. Prefieren informarse a través de los amigos. Todavía les queda
esa vergüenza que se hereda en la memoria genética de los que hemos estado tantos
siglos sometidos al catolicismo. Ahora, además, tienen Internet. En una peli
porno se aprende más sobre el sexo que en una charla con tu padre y tu madre. Hoy,
época de ciencia y tecnología, bien pudieran los enseñantes utilizar para este
fin la jerga científica que muestra la ilustración.
Zaragoza,
21 de febrero de 2018
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