¿Para
cuándo una entrada en el libro Guinnes de los récords para el país con más
chorizos por metro cuadrado? Nadie nos quitaría la primacía. Ni siquiera
Italia, otrora primera en este singular deporte, podría competir contra
nuestros excelentes y abundantes chorizos. A esta primacía ha contribuido la
gran aportación a este deporte hecha por la clase política, que ha dejado
pequeños a los anteriores practicantes: especuladores y banqueros. Es tal la
desmesura de corrupción y latrocinio en este país, que la mafia y camorra
italianas se han instalado en nuestras costas, donde ven más porvenir y se
sienten “como entre hermanos”. Detrás de ellos han venido las mafias rusa,
rumana, albanesa. Todos quieren aprender a robar a lo grande y saben que aquí,
y más precisamente en la costa levantina, están los mejores profesionales.
Además de darse las condiciones más idóneas para practicar este deporte: leyes
con lagunas inmensas (lagunas donde navegan los yates de los poderosos), policías
que miran hacia otro lado, concejales amigos de las regalías y el agasajo,
jueces prevaricadores, catedráticos de derecho prestos a dejar sus clases para
atender como se merece al narcotraficante o malversador. ¿Qué más se puede
pedir? El clima. Eso también influye. Y restaurantes donde permiten fumar
contraviniendo la normativa vigente, concesionarios de coches con potencia tres
veces superior a la necesaria para sobrepasar el límite máximo de velocidad
permitido, chalets en playas protegidas o construidos en paisajes que debían preservarse
para especies en peligro de extinción, campos de golf en territorios donde hay
escasez de agua, mega-burdeles donde saciar los apetitos libidinosos, mano de
obra barata traída en pateras para abaratar los costes de construcción. Todo lo
conquistan: montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores. En
fin, lo tienen todo. Y también descaro. Y palmeros. Si no es un partido
político conservador el que apoya la libertad de inversión en ciudades que
duplicarían o triplicarían la población original, son los trabajadores de las mismas
obras quienes van de manifestación en defensa de su empleador. Tienen hasta un
santo patrón, un mártir y guía en su benéfico quehacer: San Jesús Gil y Gil.
Por no hablar de la cobertura mediática. Todos los chorizos pueden expresarse
libremente y en horas de máxima audiencia gracias a los desvelos de los
principales medios de comunicación, que son suyos. Qué país, dios mío. ¡Vivan
las cadenas… de televisión!
Zaragoza,
14 de febrero de 2018
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