Pero no sólo nuestros poetas del Siglo de Oro
se zaherían entre sí. Esta mala costumbre es muy anterior, y ha persistido
después. Veamos algunos ejemplos, empezando por los más antiguos.
Hiponacte
de Éfeso, que vivió a finales del siglo VI a.n.e., fue un poeta satírico
griego. Pobre, pequeño y contrahecho, fue perseguido por los tiranos que se
habían instlado en su ciudad natal. Utilizó un verso nuevo, el coliambo de
ritmo quebrado, para dar rienda suelta a su temible inspiración. Dos escultores
fueron el blanco de sus críticas: les reprochaba haberlo representado con todos
sus defectos.
Desde entonces los descalificativos en verso no han hecho
sino crecer. Un ejemplo cercano lo tenemos en Pedro Luis de Gálvez. Durante
la Guerra Civil militó, no sin aciaga notoriedad, en el bando republicano.
Finalizado el conflicto, dio con sus huesos en la cárcel, donde escribió un
soneto laudatorio a Franco. Como este pelotilleo no
tuviera ningún efecto, dedicó al caudillo, lleno de esa ironía tan suya que
cristaliza en agujas, otro soneto del que muestro este trozo:
«Te
faltan dignidad y sentimiento. / A nadie quieres. Te odias a ti mismo: eres a
ti la cárcel y el tormento. / Ten un rasgo siquiera de entereza. ¡Vuélate ya,
de un tiro, la cabeza!»
Franco no tuvo ese rasgo de entereza
que le exigía este poeta de oscuro canto, pero demostró que su pulso no estaba
aquejado de temblores cuando ratificó de su puño y letra la sentencia del
consejo de guerra de fecha 24 de noviembre de 1939, en la que se condenaba a
muerte al poeta.
Alexander
Pope fue otro poeta que utilizaba sus versos como azagayas. A medida que empezó
a crecer, la espina dorsal se le encorvó como un signo de interrogación, las
piernas se combaron como un par de paréntesis. El dolor de las vértebras
rechinantes le contraía las facciones como un signo &. El desarrollo de su
cuerpo se interrumpió y nunca superó el metro cuarenta de estatura, además de
sufrir constantemente achaques y calambres. Cuando su estrella literaria empezó
a brillar, sus detractores aprovechaban cualquier oportunidad para denigrado:
lo tildaban de sapo jorobado, araña venenosa, simio incontinente... Oprimido
por su propio cuerpo, espoleado por la constante crueldad de sus envidiosos
adversarios, Pope se convirtió en el escritor satírico más mordaz de la época.
Zaragoza,
4 de febrero de 2019
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