Führer
boxeador. Führer cubriéndose o amagando para pegar. Líder histriónico en
cualquier caso. ¿Muestra de rabia al enterarse de que La solución final (Die Endlosung) no había sido lograda?
“¡Ah, mi exterminio total!” “¿Do mi solución definitiva?” Quizá su actitud se
deba a más prosaicas razones, a una mosca molesta, por ejemplo, que no ceja de
importunarle y él, temeroso, trata de espantarla. Si el patriotismo, en opinión
de Samuel Johnson, es el último refugio de un canalla, el holocausto es el
último refugio de un genocida. Hitler, como todos los ultra-nacionalistas, sólo
se torna peligroso cuando respira.
No existe nacionalista que no sea
racista, que no se considere (él y su grupo, su clan) superiores a los seres
que desprecia y de los que trata de separarse o intenta destruir. Nadie quiere
segregarse por considerarse inferior. No es un motivo, éste, de deserción de
una comunidad. Y sin embargo, uno percibe en muchos nacionalistas separatistas
el estigma de la inferioridad, sea ésta cultural o cerebral. Un hombre
inteligente se inclina siempre por la aglutinación. Gustará de las diferencias,
sabrá distinguirlas y apreciarlas, pero no hará de ellas un arma de conflicto.
El nacionalista, el separatista, necesita encerrarse, excluirse, para no
mostrar sus miserias. Pero éstas se ven, quedan expuestas en sus actitudes
cerrilles y en lo ruin de sus discursos, unos discursos llenos de lenguaje veterinario
(Jon Juaristi dixit). Advertencia: cuando la utopía nacionalista llama, entra
por la puerta el terror.
Zaragoza, 23.10.14
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