jueves, 2 de octubre de 2014

Los músicos



Músicos peruanos. Músicos de domingo, músicos para alegrar celebraciones. Celebraciones rústicas, o de sabor indígena. Uno les imagina amenizando bautizos en barrios periféricos de Lima, o primeras comuniones en Cuzco. Incluso en bodas con carpa en el Machu Pichu. Bucolismo de altura. Heraldos de alegrías andinas en urbes de estaño o poblaciones rurales con pocos recursos. Actuaciones de feria en feria. La vida es para ellos un mapa y su canto el sendero que lo recorre. En sus corazones hay un volcancito en flor. ¿Es arte su música? Se percibe que tocan más por talento que por reglas. Aquí, en occidente, los guitarricos se reservan para rondallas, ese folclorismo rústico y pecuario. Las ropas de estos músicos tampoco ayudan a considerarlos músicos serios, esos que nuestros cánones muestran vestidos con casacas bordadas de oro, camisas con puñetas, muy a lo Haendel o Bach. Pero vestir a los músicos de la foto con chalecos mozartianos y pelucas empolvadas hubiera resultado peor. Sus rostros aindiados reclaman poncho y una llama al lado. Y quizá una botella de Pisco, un compañero con flauta de fístula múltiple y la alegría falsa de la celebración de efeméride. Apliquemos a la foto el peculiar arte de las poses, de las posturas, de las siluetas, de los encuadres. Uno de ellos parece escorado, el de la izquierda, como si el fotógrafo le hubiera dicho que se encogiese para meterlo en el encuadre junto con su compañero, menos esbelto. La seriedad de sus rostros denota que se toman en serio su oficio. Quizá opinasen, con Nietzsche, que sin música la vida sería un error. ¿Serán padre e hijo? Bien podría ser. El de más edad está situado de tal manera que los dibujos de la pared que tiene a su espalda (¿un tapiz?) hace que le salgan halos en la cabeza, como a un beato a punto de emprender un sendero luminoso. Esperemos que no fuera su caso.

Zaragoza, 2 de octubre de 2014.

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