
Decía Timothy Leary que no era
casual que en nuestra época proliferasen las novelas y películas sobre odiseas
espaciales, que permeasen en nuestro imaginario los viajes intergalácticos y
demás aventuras extraplanetarias. Él lo atribuía a que la especia humana estaba
preparándose para abandonar la nave Tierra. Un sexto sentido de la especia
sabría que en no muy largo plazo habrá que abandonar Gaia y estos productos
culturales no serían sino el medio de mentalizarnos, de no hacer extraño lo
inevitable. Incluso creó Leary una empresa de viajes espaciales creyendo que el
proceso migratorio sería inminente. Pero la especie, de alguna manera, sabe que
no hay prisa. O no lo sabe, ignora, ciega al porvenir, que el fin está próximo. Los peligros
existen. Se sabe que algún día el sol se apagará, apagando a su vez el soplo
vital de nuestro planeta. Pero antes, mucho antes, un probable cataclismo, una
colisión con un cuerpo errante lo suficientemente voluminoso pondrá fin a
nuestra efímera existencia. Eso aseveran los científicos. Pero antes, mucho
antes, el propio hombre causará el fin del hombre. De eso hay múltiples
indicios. Espero, al menos, que alguna especie sobreviva... y que no nos
recuerde.
Zaragoza,
17 de diciembre de 2014
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