Restos de un banquete pantagruélico. El personaje de Rabelais ha dejado
allí las huellas de un pequeño aperitivo. También es la imagen del hambre, la
mujer que acude buscando algo que aprovechar para que coman sus retoños, o su
marido. Son restos de mamíferos cuadrúpedos, reses que han muerto (no se nos
dice cómo) y han sido despojadas en un paraje desértico. Los huesos parecen
limpios, se nota el trabajo eficiente de los carroñeros, o del tiempo. Un
despojo semejante a lo que las multinacionales hacen con los recursos de los
países pobres. A esto se le llama expolio. Se llevan las riquezas, abandonan
luego lo explotado dejando atrás pobreza y unos cuantos milites y jerarcas
enriquecidos con sobornos. La
historia de la colonización podría ser el parte clínico de la irracionalidad de
los hombres.
Este
drama que la foto expone tiene hoy nombre propio: África. ¿Quién se ocupa ahora de ellos? Ni siquiera sus propios
dirigentes, aptos sólo para provocar genocidios y acumular fortunas que
depositan en bancos occidentales. ¡Pero si hasta un país mínimo como Bélgica
tuvo imperio y llegó a colonizar y explotar varios países que multiplicaban por
mucho la extensión del suyo! Llenemos, pues, Bélgica con negros que huyen de
los países que antes ellos colonizaron. Hagamos lo mismo con Francia y Gran
Bretaña, con Holanda, con cualquier país culpable. Y Suiza. Llenar sus valles y
montañas con nigerianos, somalíes, con guineanos y etíopes. Que paguen su
estancia con el dinero que los gobernantes corruptos de esos países tienen en
sus cámaras acorazadas. ¡Qué repartan el botín de los expolios entre la nueva
población de color! Que estos nuevos inquilinos helvéticos se multipliquen y
conquisten y gobiernen los cantones. Una suiza negra,
¡qué magnífica utopía!
Zaragoza,
26 de diciembre de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario