Aprendiendo
a nadar y guardar la ropa, en este caso el uniforme. La mano alzada, como para ver
si llueve, no sea que el acto se desluzca. La juventud fuerte, sana y bien
formada que les “ponía” a todos esos líderes nacionalsocialistas, nido de pederastas
y mariconas vergonzantes. Temblaba su tejido epitelial si veían a un joven
rubio, con jersey claro, el sol resaltando sus hebras de oro mientras cantaba
una canción patriotico-bucólica. Hay una escena en la película Cabaret que muestra perfectamente lo que
quiero decir. Tiene lugar en una cervecería al aire libre. La balada de un
muchacho, su pelo rubio iluminando el día, hace que los corazones de los
clientes, cien por cien alemanes, se levanten y, con miradas que no desenfoca
el orgullo, se pongan a acompañar al chaval, brazo en alto, en salutación al
sol que más calienta. Qué fácil es sentir la patria en tardes de oro frágil y
cristal y primavera.
Un bucolismo patriótico similar he visto
a veces en Euskadi, en caseríos, en sitios rurales donde crece el roble. Al sonido
del chistu y el tamboril, los aldeanos y los que no lo son pero comulgan con
ruedas nacionalistas, ponen cara de casi llorar, un nudo se les sube a la
garganta y varios “Gora Euskadi” se escapan como sin querer. El frontón, la
pelota, el roble y el bacalao al pil‑pil. Creen no necesitar más. Y a tenor de
su coeficiente intelectual, pueda que sea cierto. Claro que la foto de arriba
tiene más ramas por donde descolgarse. La Fe y las Jons, el nacionalismo patriotero
español, la Falange, la OJE, la FAES y todas las organizaciones cilicio con las
que hemos tenido que hacer penitencia. O igual estoy siendo injusto y la
fotografía sólo muestre una parte de un ejercicio gimnástico: ahora un brazo,
el derecho, luego alzar el otro, así, alternando, derecho, izquierdo, derecha,
derecha, derecha… ¡Heil!
Zaragoza,
4 de febrero de 2015
Aprender a nada, guardar la ropa y saludar con el brazo en alto! ¿Habráse visto? Que pena que no viví esos tiempos, para verle la cara a los profes de Natación. Que gusto mirarles consternados, desencajados, porque una no puede asimilar sus lecciones acuáticas. Y ya en el extremo de la desesperación de sus fracasos provocados por mi persona, decirles con toda ternura: "No puedo aprender a nadar. Es un trauma de nacimiento !"
ResponderEliminarY si no son de tu agrado mis comentarios, estimado Lamberto, pues te lo aguantas ! Parece que por aquí no se puede caminar de puntillas y con el cartelito de Anónimo. Pero era mas estimulante!!
ResponderEliminarBeatriz, estoy encantado de que comentes. Uno de los fines de escribir este blog es buscar el comentario, a favor o en contra. Agradezco tu participación. Además, creo que tenemos opiniones parecidas.
ResponderEliminar