La
mágica sugestión de las palabras. El autor taumaturgo. Cualquier escritor se
daría con un canto en los piños por ser capaz de escribir algo que pudiera
provocar una reacción semejante a un lector como el que presenta la figura del cuadro
de Magritte. El espanto que refleja el rostro de la mujer lleva a muchos a
concluir que lee una historia de miedo, un relato de terror. Pero yo me inclino
a pensar que está leyendo el diario íntimo de una persona con la que comparte
(hasta ese momento, al menos) ciertas afinidades afectivas, alguien que le
importa mucho y cuyos secretos, desvelados por la escritura, la desasosiegan
hasta conformar esa hipérbole de sobrecejo. Las confesiones de un marido
infiel, las razones del suicidio de un ser querido, el incremento del precio de
los víveres. Revelaciones, todas, que llevarían a tamborearse el pecho con los
puños a quienes no hubieran educado el
sensorio en las penurias de la flema. Incluso a convulsionarse en apopléticos
furores.
Mostrando mi vena irreverente, se me
ocurre que quizá lea un libro religioso, un catecismo o manual de similar
observancia, y se asombre de la cantidad de estupideces que la gente es capaz
de creer. ¿Y por qué está abierto el libro por la mitad? Ningún libro, pasada
su primera mitad, concita semejante demencia en la mirada. A los libros se los
ve venir. Eso significa que lo ha abierto por esa página, o una página muy
cercana. El hecho de que lea de pie indica que lleva poco tiempo leyendo, poco
tiempo asombrándose. Concluyo que se trata de un diario. Confidencias de un ser
querido que, por inesperadas, le afectan de forma desasosegante. Tendré que
esconder mejor mi diario secreto. No quiero que mi mujer sufra el mismo
espanto.
Zaragoza, 18 de
febrero 2015
Detestaría un libro que me llegue a dibujar la cara de la ilustración. No y no ! Ya demasiado dramática y sin alternativas es la cotidiana vida, como para buscarse libros que causen espanto. Never!
ResponderEliminarPues como autor, firmaría por conseguir esa reacción. Luego la vida normal contraería los músculos faciales y el rostro volvería a su ser.
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