¿Cuánto
tardarán las religiones en cotizar en bolsa? La religión, quien lo duda, es hoy
un gran negocio. Aunque no publiquen sus resultados, aunque todavía no coticen
en los mercados de valores, todos sabemos la cantidad de bienes (inmovilizado)
que poseen, su gran liquidez (cash-flow) y las pingues sinecuras que obtienen de
los gobiernos. Centrándonos en la religión que nos pilla más a mano, el
catolicismo, nadie que no sea un ingenuo ignora los tesoros artísticos y bienes
materiales que encierra el Vaticano. Y eso es sólo una sede, la sede central,
pero tiene posesiones y tesoros en todo el orbe, delegaciones ricas en fastos (crucifijos,
cálices y otros aperos de la liturgia) y una parroquia fiel que contribuye dominicalmente
con pequeños óbolos. Un estudio realizado por una organización caritativa
estimó que con la mitad del presupuesto en armamento de los Estados Unidos para
un solo año, podría darse alimentos y agua a todo el mundo necesitado. Sólo la
mitad. Aún les quedaría para misiles y otros pertrechos bélicos. Yo, por mi
parte, estimo que el dinero y los tesoros inutilizados de la Iglesia Católica,
sólo en su sede central, sita en Roma, daría para muchos presupuestos
armamentísticos norteamericanos. Pero los católicos ven el hambre del tercer
mundo y lo único que se les ocurre es rezar, que es gratis, y prohibir el
condón. La jerarquía, quizá por miedo a la desposesión, insiste en la oración
como mejor remedio. Y no les importa rezar contra el hambre vestidos de púrpura,
con clámides moteadas de estrellas de oro, su visión de lo adecuado deformada
por un escolasticismo chatungo. Pero si vendiesen la mitad de su patrimonio
(aún les quedaría la otra mitad) y utilizasen su influencia y poder para llegar
a las zonas hambrientas del planeta, acabarían con el hambre y la necesidad.
Pero eso no lo dicen, lo ocultan, defienden el status quo con sofismas de
cartulario. Y mientras, los tesoros se pudren en los sótanos del vaticano, la
iglesia española exige más dinero al gobierno, un gobierno laico que no debería
darle ni un duro, pero que se lo da, y sin rechistar. Quizá es que estos caritativos
cristianos lo necesiten para sus feroces campañas contra el aborto, los
condones y los matrimonios gays. La pederastia no, contra eso es mejor no
oponerse, pues a muchos sacerdotes todavía les pone el contemplar la encendida
veste roja del monago.
Zaragoza,
29 de julio de 2015