miércoles, 22 de julio de 2015

Los jóvenes y la filosofía

¿Por qué no parece creíble la escena que he compuesto? Es más, su poca lógica lo transforma en chiste y nos hace sonreír. No imaginamos a los jóvenes afilando silogismos con excitante raciocinio, ni estar educados en el sacro pavor del anacoluto. Hoy la juventud la imaginamos prendida de un móvil y hablando de videojuegos o tecleando mensajes en Tuenti. Incluso los podemos imaginar con bufandas acudiendo al fútbol. O confundidos, en la noche helada, con participantes de un botellón. ¿O quizá la incongruencia entre los jóvenes de la foto y los diálogos se deba a que tienen aspecto de pijos, más dados a hablar de cilindradas y marcas de ropa que de ontología? Si hubiéramos puesto a chavales con gafas gruesas y acné, vestidos de forma informal (¿No es forma informal una contradicción, u oxímoron?), con el pelo descuidado y barbita de varias semanas, la cosa hubiera cambiado. Sólo alterar el aspecto de las personas y su vestimenta, la escena podría haber resultado creíble. Por lo tanto no es la juventud culpable de cómo se la juzga hoy sino cierta juventud. En mis tiempos, cuando yo tenía la edad de esos muchachos, allá por los 1970’s, esa conversación también hubiera sido poco creíble. Por lo menos en mi círculo de amistades. Las preocupaciones de los jóvenes, en mis tiempos mozos, era la política (clandestina), las mujeres (inaccesibles) y los bares (demasiados). Hoy los jóvenes tampoco se inclinan por discutir a Husserl (¿quién se lo reprocharía?), prefieren Internet (de moda), las mujeres (un poco más accesibles) y la litrona (vergonzoso). Y ya que estamos, ¿sería preferible una juventud que en el ardor de los veinte años se entretuviese leyendo a Husserl? La juventud que no lee a Husserl sabemos lo que da de sí: conformará una sociedad parecida a la que ayudamos a conformar nosotros. Una juventud que sustituyese los deseos no permitidos (libidina illicitas), la masturbación y la charla insulsa por lecturas de Husserl, no quiero ni imaginarme a dónde conduciría. Porque uno siempre ha tenido la sospecha de que pensar es no saber existir.


Zaragoza, 22 de julio de 2015

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