No
siempre la música posee la amalgama variopinta que muestra la figura. Quizá
tampoco fuera conveniente desde el punto de vista armónico. El exotismo, lo
originalidad extrema puede resultar en ruido molesto o concierto de cacerolas
con violines. Conducir a la imagen de la música como gesto del disolverse en
llanto. Claro que si no se intentan excentricidades pueden perderse
oportunidades únicas. Pero precisamente ha sido el músico de Chamberí el que se
queja, el que, de alguna manera, no acepta la amalgama de ejecutantes. La
geisha no dice nada. Acepta la situación con resignación y afina el instrumento
mientras sus pies se comprimen en zapatos cepo. La mujer que mira al retratista
parece la hija del dueño de la mansión. El otro no existe. Es producto de una
intoxicación micológica o etílica. A elegir.
Zaragoza,
12 de agosto de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario