¿Conocen
esa filosofía que recomienda pensar en el sonido de una sola mano aplaudiendo?
No, no es una filosofía para mancos, es el zen. El zen está dirigido a
conseguir el despertar de la mente, o conciencia. Sus adeptos no ambicionan el
conocimiento, ni el saber, sólo estar despiertos. Es por ello que al novicio le
lanzan acertijos sin sentido por si, en una de estas, la mente se le abre y lo
resuelve. Se habría alcanzado entonces el satori
o iluminación, que es, eso dicen, como si se instalase en el corazón de
cabritilla del aspirante un intruso de leve llama. Accedido a ese plano, la
vida cobra su pleno sentido, que es el no tener sentido. Claro que esto lo presupongo,
porque yo no he alcanzado la iluminación. Y esto lo sé porque no se ha
disparado mi recibo de la luz. ¿Otro acertijo? También dicen que practicar la
filosofía zen es cabalgar sobre un buey en busca del buey. Lo que si hay que
concederle a esta doctrina, filosofía, o lo que sea, es su falta de liturgia, o
su liturgia minimalista. Sólo se necesita una esterilla y una postura. Si acaso
un maestro que nos indique el objeto de meditación o nos facilite el acertijo
que puede traernos la iluminación. No hay iglesias, no hay jerarquías con
ropaje de oropel, no hay dogmas y por lo tanto no hay herejes y por tanto no
hay piras purificadoras. Tampoco hay un libro o doctrina. ¡Guárdate del hombre
de un solo libro!, dice un sabio aserto. Todas las religiones monoteístas
cultivan este tipo de hombre que conocemos como fanático. Todas son
intransigentes, dogmáticas, exaltadoras de la pulsión de muerte. El zen no
predica ni la paciencia ni el reposo porque el zen es paciencia y reposo. Para
el zen ver claro es no actuar. El zen es magia liberada de la mentira de ser
verdad. El zen es, por último, tolerancia. Ningún monje budista ha matado en
nombre de su credo. Preferiría renunciar a su credo, pues su credo es ninguno.
He ahí su secreto. Pensar ligero, viajar ligero, vivir ligero. La sencillez
hecha filosofía. La simplicidad convertida en doctrina. Lo infantil elevado a
la categoría de lo sabio. El amanecer como estado de ánimo. ¡Qué profundidad!
Zaragoza, 30 de mayo de 2016