¿Alguien
va de putas en este país? El otro día vi en una librería un libro titulado, con
acierto: “Nadie va de putas”. Analizaban los autores el sector de la
prostitución en una sola provincia: Zaragoza. Y a tenor de las cifras, tanto de
locales de alterne y de dinero movido en tales actividades, el sector de busca
de orgasmos fingidos superaría en negocio a la mayoría de los sectores
económicos de la provincia. Pero como dicen los autores en el título, nadie va
de putas. Pero haberlos, haylos. Y es que la sociedad actual, impregnada de
hipocresía cristiana, no sabe organizar el amor. En la antigua Grecia tenían el
gineceo, donde estaba la esposa y que servía para procrear. Luego tenían a las
hetairas en el simposio, que les servían para expandir el espíritu. Para las
guarrerías y satisfacción pura de instintos tenían en el lupanar a la
dicteriada. Un modelo trifásico del amor. Aquí el modelo trifásico sólo sirve
para nombrar a las personas del Verbo. Y así nos va. Los árabes también explotaron
el modelo trifásico: para la procreación, las mujeres; para el placer, los
muchachos; y para el deleite, los melones. Y todavía hay quienes dicen que los
árabes no han llegado lejos en la civilización. Mientras tanto, nosotros,
denigrando el lupanar. Sin saber que lupanar viene de lupa, loba, lo que lo
emparenta con liceo, pues en griego licalos equivale a loba, lupa en latín. Y
nosotros enviamos a nuestros hijos al liceo pero no nos atrevemos a ir al
lupanar. Y digo yo que si hay tantos nombres para designar a las follatrices
debe ser porque muchas mentes las mientan y las montan. Y es que a estas
pupilas o capulinas, suripantas, daifas, pelanduscas, meretrices, rameras,
mundarias, yirantas o clandestinas, son las únicas a quienes poder decir:
“Bonitas piernas, ¿a qué hora abren”. Pero no olvidemos que son piernas con
peaje.
Zaragoza,
11 de mayo de 2016
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