¿Alguien
ha visto a algún candidato dirigiéndose en televisión a los ricos? No. ¿Por qué
será? Quizá porque ellos, los ricos, no necesitan participar en la liturgia del
voto para nombrar gobernantes. Porque bien pudiera ser que los que en realidad
mandan no sean los elegidos por votación en las bacanales electorales. Quizá
porque si el voto cambiara algo, ellos lo ilegalizarían. ¿Ellos? Sí, ellos.
Quienes sean. Gobierne quien gobierne, ya lo hemos visto, el Euribor sube lo que
quieran quienes lo controlen, que no es el parlamento europeo. La especulación
inmobiliaria triunfa sobre cualquier programa político. ¿Qué esto falla?, pues
recortes en los sueldos y en las pensiones, extensión del mínimo necesario de
años para la jubilación, lo que haga falta para que los que mandan ganen. Pese
a las sucesivas crisis, los beneficios de las grandes fortunas se incrementan
año tras año sin importarles la ideología del gobierno que supuestamente
tendría que controlarles. La historia sigue esperando la victoria del hombre
ultrajado. Pero eso no ocurrirá bajo el dominio de esta democracia. Hitler dijo
que para ganarse a las masas es preciso contar en partes iguales con su
debilidad y su bestialidad. Él optó por exacerbar la bestialidad. Y Vázquez
Montalbán afirmaba que siempre se gobierna con las manos sucias, te dé el poder
un golpe militar o diez millones de votos. En unos cálculos que se hicieron en
unas elecciones de Estados Unidos, se confirmó que en ese país de casi 250
millones de habitantes bastaban los votos del 8 % de la población para elegir
un presidente. Primero se descartan los que no tenían derecho a voto, los que
teniéndolo no lo ejercieron, los votos nulos y los del contrincante. Sumados
los votos que eligieron al presidente (Reagan), estos sumaban un 8 % de la
población. Un 8 % de la población eligió al presidente de la nación más
poderosa del mundo. Menos mal que en ese país, árbitro del mundo, el ciudadano
posee tres cosas de valor inapreciable: libertad de palabra, libertad de
conciencia y la prudencia de no utilizar nunca ninguna de las dos. Lo dijo Mark
Twain.
Zaragoza, 18 de agosto de 2016
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