miércoles, 4 de noviembre de 2015

El hombre es un bobo para el hombre

El hombre es un bobo para el hombre. Esta frase, como ígneo marchamo, debería estamparse en la frente de todas las personas serias y adscritas al trascendentalismo. El mundo está lleno de bufones, la mayoría menos filosóficos que Yorik, pero que ponen adecuado contrapunto a la seriedad de los sacerdotes con barba de archimandrita, a los predicadores de roja barba rabínica y a los muslimes que prohíben la vista del muslamen. Se dice mucho esa frase: “El hombre es el único animal que ríe”, frase gastada y que nos emparenta con la hiena. Con mayor motivo podría decirse que el hombre es el único animal que juega a la lotería, se desahoga en graderíos u organiza contiendas donde perecen cincuenta millones de seres de su especie. Yo, por simplificar, dejaría la frase como “El hombre es el único animal”. Y buscaría otro término no contaminado de antropomorfismos para designar a todas esas criaturas semisonrientes que tienen la desgracia de ser nuestras contemporáneas. Yo no me imagino al caballo diciendo “El caballo es el único animal que relincha”, o a la vaca argumentando “la vaca es el único animal que muge”. Sin embargo sí me imagino a la hiena diciendo: “Nosotros y el hombre somos los únicos animales que reímos”. Eso sí que es gracioso. Eso sí que podría ponernos en nuestro sitio. Pero como el hombre es el único animal que no le importa que lo comparen con cualquier bicho, el único animal que no aprende de sus errores, pues nos iba a dar igual. El hombre tiene anchas espaldas para cargar con la ignominia que él mismo se produce mediante comparaciones. Anchas espaldas y cortas entendederas. Vaya, esa sí que sería una buena definición: El hombre es el único animal que tiene anchas espaldas y cortas entendederas.


Zaragoza, 4 de noviembre de 2015

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