miércoles, 15 de noviembre de 2017

El sexo y la intelectualidad

¿Será verdad, como dice el chiste, que el sexo está reñido con la intelectualidad, con el raciocinio? La verdad es que de pocos filósofos o pensadores puede decirse que se hayan dado a las mujeres. Más bien propugnaban un cierto alejamiento de ellas, una cierta castidad. Claro que eso es lo que propugnaban, lo que predicaban a sus discípulos. ¡Si los burdeles de la antigua Grecia hablaran, si lo hicieran los de la Roma imperial, los de Königsberg! Bueno, de Königsberg quizá no, pues Kant no creo que los frecuentara, pues habría de ser a hora fija, un coito milimetrado, sin retrasos. Y eso no puede ser. El sexo necesita su tiempo, no está sometido a cálculo ni a razones puras. Se me dirá que por qué para referirse al sexo de los intelectuales me circunscribo a los burdeles y no a los ligues normales, al donjuanismo social. La respuesta es que siendo gente que piensa, que cavila, no se les habrá escapado que el sexo por dinero es más barato que el que se practica con mujeres normales, y que además requiere menos tiempo, causa menos molestias y no deja ataduras sentimentales, detalle éste último siempre de agradecer cuando se persiguen metas intelectuales. Sus ventajas, como he señalado, son múltiples. Además las putas no se chivan de si la tienes pequeña o te gusta alguna que otra perversidad. O si lo hacen, la indiscreción no tiene trascendencia social. Pero si se supiera en los círculos académicos, su filosofía se resentiría. O a lo mejor no. Siempre se ha dicho que a Sócrates le gustaban los jovenelos. Y esa circunstancia no ha empañado su filosofía. Claro que su filosofía la escribió Platón, que fue jovenelo durante la madurez viril de Sócrates. Hay dios, que esto me está llevando más lejos de donde quisiera. Me detengo aquí por prudencia filosófica.


Zaragoza, 15 de noviembre de 2017

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