¿Será
verdad, como dice el chiste, que el sexo está reñido con la intelectualidad,
con el raciocinio? La verdad es que de pocos filósofos o pensadores puede
decirse que se hayan dado a las mujeres. Más bien propugnaban un cierto
alejamiento de ellas, una cierta castidad. Claro que eso es lo que propugnaban,
lo que predicaban a sus discípulos. ¡Si los burdeles de la antigua Grecia
hablaran, si lo hicieran los de la Roma imperial, los de Königsberg! Bueno, de
Königsberg quizá no, pues Kant no creo que los frecuentara, pues habría de ser
a hora fija, un coito milimetrado, sin retrasos. Y eso no puede ser. El sexo
necesita su tiempo, no está sometido a cálculo ni a razones puras. Se me dirá
que por qué para referirse al sexo de los intelectuales me circunscribo a los
burdeles y no a los ligues normales, al donjuanismo social. La respuesta es que
siendo gente que piensa, que cavila, no se les habrá escapado que el sexo por
dinero es más barato que el que se practica con mujeres normales, y que además
requiere menos tiempo, causa menos molestias y no deja ataduras sentimentales,
detalle éste último siempre de agradecer cuando se persiguen metas
intelectuales. Sus ventajas, como he señalado, son múltiples. Además las putas
no se chivan de si la tienes pequeña o te gusta alguna que otra perversidad. O
si lo hacen, la indiscreción no tiene trascendencia social. Pero si se supiera
en los círculos académicos, su filosofía se resentiría. O a lo mejor no.
Siempre se ha dicho que a Sócrates le gustaban los jovenelos. Y esa
circunstancia no ha empañado su filosofía. Claro que su filosofía la escribió
Platón, que fue jovenelo durante la madurez viril de Sócrates. Hay dios, que
esto me está llevando más lejos de donde quisiera. Me detengo aquí por
prudencia filosófica.
Zaragoza,
15 de noviembre de 2017
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