martes, 3 de julio de 2018

Otra definición del arte


La frase “el arte ha de producir orgasmos” podría ser una buena aproximación a los fines del arte. Sería, al menos, inusual, que ya es algo. Estamos tan cansados de los tópico, de los clichés, de las opiniones previsibles de los mandarines del arte, que las definiciones que desencajen en el geométrico ámbito de lo canónico, nos gustan, rozan algún resorte de inconformismo que muchos siglos de ortodoxia habían casi sepultado en nuestro cerebro. Ponerse delante de un cuadro y correrse; o no. Escuchar una pieza sinfónica y eyacular; o no. Leer un libro y alcanzar el clímax; o no. Ese “no” significa que lo que hemos contemplado, escuchado o leído, no es arte. La fruición estética debe conllevar una descarga de semen espiritual. Lo demás es pornografía barata, objetos mercantiles y de consumo, no es arte. El arte es largo y la vida corta, decía un adagio latino. Es largo, quizá, para abreviar el tránsito. Pero un tránsito que ha de discurrir por cimas, no por valles. Cimas de inaccesible nieve siempre canas, cimas de fruición, de placeres, de orgasmos. Y si no hace nuestro tránsito más breve, lo hará más gozoso. El arte es otra vida de la vida, la vida en miniatura, el resumen perfecto de su original más borroso. Antes, este concepto de placer extremo en el arte sería considerado blasfemo, porque el arte estaba sojuzgado por la religión. Experimentar un orgasmo contemplando una madona o una inmaculada hubiera supuesto, tras la excomunión, la hoguera. Defender hoy que el arte debe producir orgasmos nos excomulga también, pero no conlleva pira ejemplarizante. La religión de los marchantes es menos ruda, al menos mientras el heterodoxo, casi siempre en minoría, no haga peligrar los grandes beneficios que suele proporcionar su profesión. Necesarios al arte, estos mercaderes al arte necesitan. Y es tal su poder suasorio que venden sus productos incluso a individuos no adictos al estremecimiento de la piedra o el lienzo. Y es que esgrimen, con pericia, el juego de las reputaciones indudables.

Zaragoza, 4 de julio de 2018

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