Críticas eliterarias
LOS
SIETE JINETES DEL APOCALIPSIS
(Análisis
estructurral)
¿Por
qué siete? ¿Por qué jinetes? ¿Por qué del Apocalipsis? Desmenucemos estos
"por qués" con la herramienta semiótica del estructuralismo
postmediático. ¿Por qué siete? ¿Por qué no cuatro, o cinco, o veinte? ¿Por qué
no admitir sin discusión el referido dígito y acabar de una puñetera vez? El
siete es el número considerado sagrado o mágico por casi todas las religiones
de la antigüedad. Siete fueron los planetas primigenios, siete los pilares de
la sabiduría, siete las musas, siete los brazos del candelabro del templo de
Salomón, siete las puertas del estadio Santiago Bernabéu, siete las vidas de
los gatos, siete los días de la semana, siete los rotos en los pantalones. Como
puede apreciarse, el siete vale tanto para un roto como para un descosido...
semántico. Etimológicamente siete proviene de heptium, en latín siete, lo que viene a corroborar nuestra teoría
de que el vocablo ha mantenido la uniformidad numérica a través de los siglos.
En el libro que analizamos, siete es la cifra que nos desvela el número de
jinetes, es el guarismo clarificador, la piedra angular del sumatorio
significativo del contexto. ¿Qué hubiera sucedido si en vez de siete el autor nos
hubiera hablado de cuatro? ¿Se imaginan: "Los cuatro jinetes del
Apocalipsis"? No tiene carisma, no define, no posee sentido alguno. El
cuatro es un número modesto, sin pretensiones, un número paupérrimo, para un
apuro. Es imposible a nivel de protosignificado hablar de cuatro jinetes. Los
jinetes lo son a partir de cinco, como bien señaló Friedrich Kirchenblau en su
estudio Automatische Lehrerfunktionen des
Texten und seine Einfluss in die Einklärung der Alten Bedeutung. Menos de
esa cifra se consideran amigos a caballo, paseantes hípicos, pero no jinetes. Y
ya que estamos, ¿qué significado posee en el libro el término
"jinete"? Como bien señaló Charles Castille of the Pine en su ensayo Riders along the Nineteen Century. An
Evaluation, jinete es alguien que utiliza una montura como medio de
transporte y, por tradición medieval, el término posee un claro significado de
alcurnia. El caballero era el que poseía y montaba un caballo. (Observen la
relación entre caballo y caballero, la afinidad de su prefijo, sus
complementariedad morfológica). Jinete en este sentido, unido al número siete,
posee un claro sentido de horda, de grupo de castigo, de terrorífica partida.
Los jinetes provocan miedo, pánico (recuerden al dios Pan, quien tocaba el
caramillo para aplacar su miedo, una explicación que tiene su miga), y el
numeral que lo precede acentúa esta sensación de desamparo. Y ahora llegamos al
Apocalipsis. Esto no quiere decir que se avecine el fin del mundo sino que
vamos a proceder a analizar la palabra "Apocalipsis". Lo primero que
debemos decir de la palabra Apocalipsis es que es simplemente eso, una
"palabra". A partir de aquí cualquier conjetura semántica es posible.
Como es bien sabido el Apocalipsis es el nombre que dan las Escrituras a un
alegre pasaje de San Juan donde se anuncia el fin del Mundo. ¿Y por qué San
Juan? ¿Y por qué el fin? ¿Por qué el mundo? Pero centrémonos en la palabra
"Apocalipsis" y dejemos para ocasión más propicia las preguntas
surgidas tan inoportunamente. Si "Apocalipsis" representa el fin de
mundo, no cabe duda de que su acepción es claramente ominosa. No es así como lo
ve el filólogo rumano Celanescu, para quien el Apocalipsis es motivo de júbilo
y alegría. No obstante, su tesis, surgida de un deseo oculto de suicidio
global, no es apoyada fuera de la Escuela Psicoilógica de Chernobyl. El resto
de expertos en análisis de textos concuerda con la opinión de que esta palabra
posee un claro carácter ominoso. Uniendo entonces las distintas partes del
puzzle conceptual, Los siete jinetes del Apocalipsis vienen a significar la
amenaza de siete jinetes u horda aguerrida contra una humanidad desprevenida de
su llegada. El grupo amenazador posee un carácter mágico otorgado por el
numeral, lo que le hace casi invencible. La humanidad parece abocada a
doblegarse ante la furia destructora de este grupo exterminador. Y sin
embargo... Sin embargo ni rubor doy por terminado este erudito análisis. Adieu.
Lambert
O'Really
Crítico de su Majestad