miércoles, 17 de octubre de 2018

La autopista de la información


Hoy el progreso tecnológico avanza a un ritmo vertiginoso. No es extraño que lo ancianos o los desfavorecidos que no puedan subirse al tren de la tecnología se queden atrasados, desfasados, fuera de este nuevo mundo, mundo virtual si se quiere, pero mundo extraordinario. Hay que estar conectado a Internet, en banda ancha, lo más ancha posible, pertenecer a las redes sociales, al menos a una, tener un teléfono inteligente (Smartphone), hay que llevar GPS en el coche, aunque sea para ir al supermercado de la esquina. Hay que leer en red varios periódicos al día, contrastar opiniones, mantener uno o dos blogs, mirar uno o dos blogs que nos gustan, estar a la última en las series que ofrecen la televisión de pago, acudir a los estrenos cinematográficos. Los semanarios de los periódicos nos ponen al día de las últimas novedades de consumo, la moda y quién es quién en el mundillo de la fama. Si además uno practica una profesión de las llamadas liberales (¿las otras son conservadoras?), hay que estar al día de su campo por medio de revistas especializadas y congresos. Por supuesto que hay que estar atento a las novedades del mercado editorial, mejor si poseen versión para libro electrónico. Otro tanto para las novedades discográficas que bajarse al MP3. Del teatro no, el teatro es un medio anacrónico que no tardará en desaparecer. A no ser que suban la obra a YouTube, en cuyo caso podría ser interesante. Me he entretenido en hacer cálculos y para estar al día en esta sociedad de vértigo se necesitan 53 horas al día. Debemos modificar el calendario y los husos horarios. Hacer horas de veinte minutos. No queda otro remedio. La alternativa es detenerse y dejar que el mundo nos adelante y nos deje atrás. Seríamos un grupillo de rezagados de la tecnología y cerrado a las novedades. Vaya, no suela tan mal. ¡Qué digo, suena de maravilla! Aquí me quedo.

Zaragoza, 17 de octubre de 2018

jueves, 4 de octubre de 2018

La moda y los modistos


Sigamos con las modas, esta vez en el vestir. Yo fecho el origen de la moda en la monarquía francesa antes de que comenzaran a funcionar a destajo las guillotinas. Esos trajes donde el azul marino conjuga con el oro, y la seda con los tules, esas chorreras, esas pelucas, esos rostros pintarrajeados, anunciaban sin ambages la venida de la moda. La moda la dictaba la corte, los poderosos, la aristocracia. Era suya y para ellos. El pueblo llano se conformaba con cualquier jubón y unos cullotes. Un poco como sucede en nuestra época, pues a pesar del invento del prêt-a-porter, la moda que se exhibe en las pasarelas está destinada a las clases pudientes, aristócratas del dinero que pueden permitirse pagar los precios de un Balenciaga o un Dior. A los demás mortales, si acaso, les toca de refilón algún gesto del estilo de los grandes modistos. Resulta curioso que hoy el punto débil de la moda: el tiempo, constituya a la vez su punto fuerte. La moda, por definición, y por esencia, es pasajera, pero la moda (o más bien sus creadores, o sus comercializadores) aprovechan esta circunstancia para incluso acelerar su caducidad, no dejar que se asiente para así sacar nuevas líneas de ropa e incrementar el negocio, porque hoy, no se olvide, la moda es un negocio, un negocio muy lucrativo. Sin embargo, lo que me gustaría reseñar de la moda actual (me refiero a la que se muestra en las pasarelas) es su extravagancia, su desproporción. Cuando observamos a los modernos diseñadores y sus colecciones, solemos prensar, ¿quién se atrevería a ponerse esa ropa? ¿Quién, en su sano juicio se atrevería a pasearse enseñando los pechos bajo tules transparentes, arrastrando bombachos de carnaval, molestándose en andar con mangas de duende desorbitadas, aguantando sobre la cabeza sombreros que no cabrían por las puertas de un autobús? ¿Los ricachones en sus fiestas privadas? Sospecho que no. Esos vestidos que vemos desfilar en las pasarelas, no los lleva nadie salvo la modelo que lo pasea durante la exhibición. ¿Qué se vende entonces? No el producto, lo que se vende es ideología. ¿Qué ideología? Eso les corresponde a ustedes contestarlo.

Zaragoza, 04 de octubre de 2018