lunes, 22 de julio de 2019

La amistad


El lobo es un hombre para el lobo. Esta reflexión lupina puede ser un buen comienzo para estudiar uno de los sentimientos más preciados del ser humano. ¿Preciado por escaso? El caso es que este afecto desinteresado es una de las cualidades más ponderadas y menos ejercida por nuestros congéneres. ¿Homo sapiens u homo serpiens? Todos presumimos de tener amistades o de ofrecer la nuestra, hasta que llega el momento de ponerla en práctica, o de necesitarla. Entonces un conveniente olvido parece cernirse sobre este entrañable afecto, que ineluctablemente termina recluido en las sentinas del ánimo. Ya lo sabía Mark Twain: "La sagrada pasión de la amistad es de una naturaleza tan dulce y estable y leal y perenne que durará toda la vida, siempre que no se nos pida dinero prestado". La culpa, claro está, es del dinero, ese vil metal...
         Nietzsche decía que la mujer no sabía lo que era la amistad, que la mujer sólo conocía el amor. Lo que no sé es por qué Nietzsche parece dar por sentado que el hombre si conoce este sentimiento. Seguramente cambiaría de opinión al conocer lo de su amigo Paul Rée con su querida Lou Andreas-Salome. Cría amigos y te sacarán los cuernos. Quizás lo que ocurre es que descuidemos este particular afecto, lo dejemos desatendido y se nos enmohezca, se anquilose. Samuel Johnson solía decir: "Un hombre, caballero, debe mantener su amistad en continua reforma". Hay que evitar las goteras de la envidia, las telarañas de la pereza, los desconchados de la sospecha. Porque la amistad es un edificio vetusto, amplio y añejo. Necesita de todos los gremios de la virtud para mantenerlo en buen estado.
         Kalil Gibran proporciona esta definición mística: "Tu amigo es tus deseos satisfechos". Un poco cursi, como todo lo oriental, y simple, como todo lo místico. Sin cursilería, pero imbuida de un esoterismo pedestre, la máxima: "Tu único amigo es el reflejo del misterio en cada forma". Esto es de Ram Dass, una especie de predicador laico de esa Norteamérica cuya brújula sentimental apunta al Benarés. Siguiendo en Norteamérica, y volviendo a los amigos, el Groucho Lenin de los sesenta, Abbie Hofmann, afirmó: "Algunos de mis mejores amigos son enemigos". Quizás eso sea amistad bien entendida. O enemistad encubierta. Lo cierto es que hay enemigos que respetamos y amigos que despreciamos. Y es que muchas veces no se puede elegir el bando, los amigos o enemigos vienen impuestos por las circunstancias, por la sociedad, por los entroncamientos familiares. Ay, si pudiera elegirse libremente...
         La amistad es el cauce donde depositamos nuestros afectos hacia los congéneres que nos ha tocado en suerte. Algunos hombres son ríos secos, otros riachuelos contaminados, pocos poseen caudal suficiente para saciar la sed de los que a él se arriman, menos aún los capaces de anegar reinos. Siguiendo con el símil fluvial, Rodrigo Fresán, escritor argentino, decía que el cauce de las grandes amistades casi siempre desemboca en el océano de una gran traición. ¿Pero es que no hay nadie que defienda a nuestra especie de la maldición de insolidaridad que parece perseguirla? ¿Qué ha sido del concepto que acompañaba a la libertad y la igualdad en la triple divisa que definía la Revolución Francesa? La fraternidad entre los hombres sigue siendo la asignatura pendiente.
         Amistad, divino tesoro. El refranero ya lo sabía. Quien tiene un amigo, no sabe lo que tiene. Lo cual no está mal, porque si supieran su valor, comerciarían con él. Somos así. Ay, amistad, amistad. Como se dirigía Aristóteles a sus discípulos: "Amigos míos..., no hay amigos”.

  
Zaragoza 22 de julio 2019

lunes, 8 de julio de 2019

El alma



El alma

Alma es una palabra que posee múltiples significados: religioso, teológico, epistemológico, psicológico, antropológico y otros "icos" hijos de la erudición. La representación primitiva de este concepto es asimismo varia, si bien con puntos comunes. A veces se concibe el alma como un soplo, un aliento o hálito, uniendo al respirar, función básica en el quehacer biológico, una función paralela y aneja de espiritualidad. Sólo los seres que respiran poseen alma. O viceversa. A veces se concibe el alma como una especie de fuego. Al fallecer el individuo, este "calor vital" se apaga y solo quedan cenizas. Polvo quizás, ¿mas polvo enamorado? Clara premonición de los actuales crematorios. A veces también se concibe el alma como una sombra, un espíritu, un fantasma que nos habita, un ser liviano y translúcido y utilizado, hasta hacer tópico, por la literatura romántica en sus novelas de fantasmas. Pero los primitivos, al legarnos sus concepciones del alma, mostraron su falta de perspicacia, pues suponían que los animales y las mujeres carecían de este preciado hálito. Ahora sabemos que sí tienen. Me refiero a los animales.
         Con el advenimiento de las religiones militantes, y su legión de Doctores Irrefutables, Doctores Sutiles, Doctores Angélicos, Doctores Querúbicos, Seráficos, etc., esta sustancia etérea pasó a ser propiedad de la divinidad y por lo tanto subordinada a los representantes de esta divinidad en la tierra. Y así se originaron las persecuciones religiosas, las inquisiciones, las dictaduras teocráticas. Pero la argucia de los sacerdotes no se detuvo ahí: como se suponía que el alma habita necesariamente un cuerpo, también éste debía ser objeto de control por estos representantes de la divinidad. Con la excusa de lograr habitáculos dignos de tan sacra sustancia, se crearon los cilicios, los ayunos, los ejercicios espirituales, la tortura de impíos. Y al final, el cuerpo fue condenado a quedarse aquí pudriéndose bajo las malvas, mientras el alma ascendería ufana hacia las alturas o descendería cabizbaja hasta los infiernos. Otras almas, de carácter anodino, quedarían flotando no se sabe dónde, indecisión espiritu-local que recibe el nombre de limbo. Esta dualidad cuerpo/alma se la debemos a Platón. Lástima no reventase en su banquete.
         Los estoicos y epicúreos, esa modernidad de la antigüedad, consideraron que el alma poseía una realidad de alguna manera "material", eso sí, una materia extremadamente sutil: no se podía ir demasiado contra los tiempos. San Agustín subrayó el carácter "pensante" de esta sustancia o hálito, y dio origen a esa secta nociva que se conoce como los Padres de la Iglesia. Santo Tomás, con la excusa de aristotelizarlo todo, distinguió entre almas vegetales, animales y humanas. De nuevo se olvidó de las mujeres. Descartes creía que el alma estaba localizada en la glándula pineal, ya que aceptaba la idea, entonces bastante común, de que esta glándula no se encuentra en ningún organismo salvo en el cuerpo humano. Hoy sabemos que esta glándula está presente en todos los vertebrados, alcanzando su mayor desarrollo en un reptil primitivo llamado tuatara. ¿No es curioso? Podríamos hacer de la tuatara el paradigma de la espiritualidad. Menos han hecho otros seres para merecer parecida consideración. La ilustración nos trajo un concepto nuevo del alma, reduciéndola a mera sede de los actos emotivos, cajón de los afectos y sentimientos. Ya en nuestro siglo, Robert Musil, austríaco sin atributos, rehuyendo lo sólito, definió el alma como aquello que escapa y se esconde al oír hablar de progresiones algebraicas. Es lo más avanzado en definiciones del alma. También, y quizás motivado por tan extravagante teoría, apareció la concepción "alfarera" del alma, lo que dio origen a que muchos seres fueran tildados de "alma de cántaro", sea lo que ello signifique.
         Modernamente, las ramas no teológicas y filosóficas, buscando singularizarse, se desprendieron del uso de esta palabra, tan teñida de piedad religiosa, y adoptaron eufemismos de sonoridad científica: psique, mente, ego. Estos conceptos han sido usados hasta la extenuación gramatical por la moderna psicología y es por ello que convendría buscar unos nuevos. Influenciado sin duda por el posmodernismo cibernético, yo propondría algunos: quinqué, pensata, logicón, neurón..., cada uno con su matiz, cada expresión para la ocasión idónea.
         El alma, me han asegurado fuentes bien uniformadas, desaparecerá de Europa con la entrada de la moneda única. Las enciclopedias disminuirán considerablemente su grosor y los agnósticos nos habremos librado de una palabra que nos da grima. Bendito acontecimiento.

 Zaragoza, 08 de julio de 2019